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Jueves 20 de abril de 2000   ../../graficos/bolo.gif (72 bytes) OCIO
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La integración del libro al ordenador es cada vez mayor. (S. Sáez)

  Nuevos programas y equipos multiplican la gama de libros digitales
Los estudiantes son un buen público potencial

LA FESTIVIDAD DEL LIBRO

La edición digital despierta tras el éxito de Stephen King

Piratear a King

La Politécnica de Cataluña, editora pionera en España

El papel, una gran tecnología a superar

Las editoriales tradicionales afrontan con cautela la edición electrónica

'Software' y 'hardware' para leer

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J. A. Millán
En principio, cualquier objeto libresco en forma digital tiene derecho a llamarse libro electrónico. Una de las primeras ediciones que mereció ese nombre fue la de la Divina Commedia de Zanichelli, en 1988, con el texto en ASCII, el formato más simple.

Durante muchos años, el libro electrónico (e-book) tuvo casi en exclusiva una función académica: eran ediciones que permitían al investigador buscar una determinada palabra, hacer estadísticas, etcétera. Pero, aunque a nadie se le habría ocurrido usar una edición electrónica para leer, ya hubo quien se apresuró a decretar la muerte del libro.

Pronto hubo llamamientos a la calma: "Uno no se puede llevar el ordenador a la playa", decían unos. "O a la cama", apostillaban otros. "Para investigar, todavía, pero qué mal se lee en pantalla", señalaban los de más allá.

De pronto, las cosas se han acelerado. Hoy existen programas que permiten leer un libro en cualquier ordenador. O aparatos del tamaño de un libro, dotados de pantalla y con buena legibilidad. Por último, están los dispositivos portátiles, no destinados en principio a este fin, pero que podrán cumplirlo perfectamente. Se dispone de una red universal y de un sistema de comercio electrónico implantado. Además, el texto es, de todos los contenidos, el que más rápidamente viaja por la red.

Todo el sistema de comercialización está cambiando. Compañías de peso apoyan el estándar Electronic Book Exchange (EBX) para protección, transmisión y validación de obras. Para la venta pueden actuar los editores o las librerías virtuales. Este sistema plantea el interrogante de si será prescindible el editor. En teoría, cualquier autor puede comercializar sus libros directamente por la red. De hecho, existe un sitio, Ematter, donde los autores los ofrecen al precio que fijan. De cada venta obtienen el 50% (cuando los autores raramente obtienen más del 8% o el 10%).

Para preservar el negocio, los libros comprados para un dispositivo dedicado, o para un software instalado en un ordenador, no pueden ser leídos en otro equipo o con otro programa. Como contrapartida, si uno ha comprado un libro, puede borrarlo de su equipo y volverlo a descargar gratis. Sólo el editor permite que la obra se pueda imprimir o copiar.

Pero al lado de estas obras protegidas, las librerías electrónicas ofrecen obras gratuitas. De hecho, ya ha comenzado el trasvase del proyecto de voluntarios Gütenberg a libros electrónicos. La mayoría de los sistemas de e-books cuentan con programas gratuitos para crear obras en formatos de modalidad no protegida.

Además de la función de lectura, los libros electrónicos permiten subrayar y hacer búsquedas y anotaciones. Las obras pueden contener enlaces que facilitan llamar a diccionarios.

¿Qué tipo de obras tienen futuro en forma digital? Ya se ha comprobado que los best-sellers son una de ellas: son libros que no siempre se desea conservar. Otro de sus públicos naturales podría ser el de los estudiantes: ¿no sería mejor un leve dispositivo de lectura que una mochila llena de volúmenes?, junto a la facilidad de consulta de obras de referencia y hasta la posibilidad de ofrecer sonido (muy útil en el aprendizaje de idiomas). Soft Book prueba en Tejas un proyecto piloto: los alumnos copian directamente de la línea telefónica (su sistema no exige un PC) programas, deberes y lecturas. Otro blanco claro son las personas que viven fuera de su país: el libro electrónico francés Cytale aspira a llegar a una parte de los 1,8 millones de franceses residentes fuera de Francia.

¿Qué ocurrirá en el futuro? Por el momento, el éxito de King ha animado a muchos. La consultora IDC calcula que en el 2004 el 5% de los hogares estadounidenses contará con libros electrónicos. Mientras, se exploran nuevas fórmulas: el último título de la editorial de la Harvard Business School, Digital Capital (sobre cómo hacer negocios en la red), sale a la venta en formato normal el 1 de mayo, pero un mes antes ha estado disponible (y más barato) en Rocket Edition.

 
El papel, una gran tecnología a superar

J. A. M.
La verdad es que el libro tradicional es un artefacto muy bien pensado ("tan bien concebido como un cuchillo", suele decir el diseñador Yves Zimmerman): cuando está bien hecho es portátil, duradero, de bajo consumo energético, de lectura óptima, fácil anotación. Las emulaciones electrónicas de algo tan perfeccionado por siglos de práctica lo tienen difícil.

De entrada, está la cuestión de la lectura. Un libro impreso sin gran calidad tiene una definición de unos 1.200 ppp (puntos por pulgada), una impresora alcanza los 600, mientras que los monitores de ordenador están por los 96 ppp, como mucho. La definición alta redunda en facilidad de lectura. Hay sistemas, como el de tinta electrónica, (E-ink, en prototipo), que pretenden acercarse a la calidad del libro impreso.

Una ventaja del Rockett eBook y dispositivos parecidos es la capacidad. Como decía uno de sus usuarios: "Un libro de medio kilo es una tontería; una biblioteca de medio kilo es una maravilla". Si un sólo objeto puede contener veinte libros, toda la documentación de mi oficina y un diccionario de consulta (al que se puede llamar desde cualquier palabra), la cosa presenta ventajas. Si además permiten hacer anotaciones, llevar la agenda, etcétera, podemos encontrarnos con un valioso asistente portátil.

En los programas para leer en la pantalla del ordenador u otros dispositivos, la lucha está en mejorar la legibilidad. Los esfuerzos se están centrando en mejorar la tipografía utilizada, y esa es la apuesta de Microsoft, con el ClearType.

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