Página mantenida por Joseba Abaitua. Dirección de contacto: abaitua@fil.deusto.es. 1ª edición: 10/9/97. Última actualización: 10/9/97.


La Edad Media

La Edad Media denomina los mil años de historia, desde el s. IV hasta el s. XV que, más o menos, transcurrieron entre la crisis y caída del Imperio Romano hasta el depliegue de las capacidades europeas que anuncia ya una Edad Moderna.

Alta Edad Media

Abarca el tumultuoso y no bien conocido tramo de la sociedad europea desde la crisis del Imperio Romano, aproximadamente, en el s. III, hasta más o menos el añ 1000.

Europa está situada a la defensiva frente a invasores germanos, del nordeste; eslavos y magiares, del este; musulmanes, del sureste; vikingos, del norte.

Es una Europa refugiada en la pobreza de una dedicación económica exclusivamente agrícola, donde la débil llama de la cultura había encontrado modesto albergue en unos pocos monasterios.

Plena Edad Media

Hacia el año 1000, ciertos síntomas prueban que algo está cambiando en Europa. Son, más o menos, trescientos años, hasta 1300, los que ocupan esa plenitud de la Europa medieval.

Son tres siglos de empuje demográfico, económico y artístico. A ellos corresponden toda esa gama de realizaciones materiales y espirituales que vienen a nuestra mente cuando hablamos de civilización medieval:

La Reconquista, las Cruzadas, la expansión de los cultivos, el despertar del comercio, las grandes catedrales románicas y góticas, las órdenes monásticas y conventuales, las herejías y las Sumas teológicas, las escuelas y las uiversidades, el nacimiento de las lenguas romances y su fijación literaria, el mundo de los señores y los vasallos con sus rituales feudales, o el de los trovadores y juglares.

Baja Edad Media

Entre 1300 y 1500 es la hora de la crisis, del crepúsculo. Los cuatro jinetes del Apocalipsis -hambre, guerra, peste, mal tiempo- recorren los campos de Europa durante el s. XIV, sembrando la ruina y la desolación.

La gente muere, los campos se despueblan, los sembrados se abandonan, el bosque vuelve a invadir amplios espacios.

Sólo la ciudad parece refugio, aunque no siempre, contra la amenaza del bandidaje y la violencia. Pero el hacinamiento en la ciudad favorece la propagación de la peste.

No es fácil escapar a los permanentes sones de la danza de la muerte, una muerte de los cuerpos, pero tambié de los espíritus. Entra en crisis la fe y la autoridad del Pontífice.

Todo se revisa y de esta revisión brota la recuperación que caracteriza buena parte del s. XV. Es la hora del amanecer renacentista de la Edad Moderna.