Los animales compartían con los humanos los ecosistemas de los alrededores de Burgos
Así era su mundo. Un bosque de robles poco denso ilustra el entorno de los
hombres de Atapuerca en el pasado remoto. Las colinas, que ahora
perduran en el valle del río Arlanzón, componían el hábitat
de una fauna variada. Todos estos animales se daban cita en el
territorio y compartían con los humanos los ecosistemas de los
alrededores de Burgos. En esta recreación científica, los
caballos aparecen con marcas acebradas; los leones devoran una
presa; los lobos esperan a que terminen para aprovechar la
carroña; un rinoceronte, a la sombra de un roble, se rasca
contra el tronco; un ciervo macho y dos hembras de grandes
cuernos se sitúan en primer plano, delante de un mamut de la
estepa, y al fondo pasta una manada de bisontes. Los huesos
fosilizados en las cuevas y los instrumentos de piedra informan
de las actividades que los humanos realizaban en campo abierto:
eran cazadores y recolectores, aunque despreciaban la carroña de
animales muertos de forma natural o víctimas de otros
depredadores.
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