"Nuestro problema reside en comprender los
cambios que el individuo y la organización tendrán que hacer si se quiere
obtener el máximo de la energía humana aplicada al esfuerzo de lograr ser
eficaces" (Argyris, 1979, 25).
Cuando desde la Psicología nos centramos en los
comportamientos humanos, que se ven influenciados por el cambio en el trabajo,
estamos interviniendo sobre un aspecto fundamental del cambio, que se da en la
Organización.
Si considerásemos el modelo de Lewin, como visión
global del Cambio, pueden deducirse una serie de comportamientos derivados de
las emociones muy complejos, como trata de ilustrar el siguiente cuadro.
En el cuadro se reflejan emociones y sentimientos que
se movilizan durante las diferentes fases del cambio sugeridas por Lewin (1952)
y desarrolladas por Shein (1982).
A la izquierda de las fases del cambio se
especifican planes de intervención a emplear en cada paso o fase del
Cambio.
A la derecha de los sentimientos emergentes en la
mayoría de los procesos de cambio se apuntan acciones con las que habría que
actuar si se quiere liderar el cambio, es decir, ser proactivos ante él.
El fenómeno emocional confiere al proceso del Cambio
un carácter impredecible hasta cierto punto, en cuanto a su secuencia
(Halloran, 1982). En cualquier momento puede darse un retroceso o un avance
inesperados en el proceso debido a la proximidad de las emociones entre sí
y a la facilidad en que pueden olvidarse o enfatizarse matices que desencadenen
uno u otro sentimiento.
Una buena gestión del cambio, aunque no limite su
comportamiento al tratamiento de las emociones, debe tenerlas muy en cuenta, ya
que de ello dependerá en buena parte el éxito de la gestión en sí y el
resultado del cambio.
También desde este punto de vista un Equipo, como
Agente del Cambio, tendrá una visión más global de los fenómenos que se
den, tendrá una mayor disponibilidad de recursos para tratar los estados
de ánimo de los diferentes individuos y grupos, tendrá más versatilidad para
acoplarse a diversas situaciones y podrá dosificar su dedicación sin llegar al
agotamiento.
Kotter y Schlesinger (1980) plantean diferentes
enfoques, en función de las situaciones en que se plantee la intervención de
cambio a realizar y que vienen a coincidir con lo reflejado en la Figura 6:
·
Información y
Comunicación, en caso de desinformación o indiferencia ante el cambio, para
evitar miedos, desconfianza y ansiedad.
·
Participación y negociación
cuando se prevé que los opositores al cambio tendrán poder suficiente para
neutralizarlo, con el fin de reforzar su motivación por el logro y el orgullo
de ser protagonistas del mismo.
·
Apoyo para salvar el
desajuste que producirá el cambio en las personas directa o indirectamente
afectadas, para resolver preocupaciones, frustraciones y desánimo.
El principal agente responsable del cambio en una organización debe ser
el equipo que ejerce el liderazgo. Los miembros del equipo de dirección han de
estar "alineados" con el objetivo del cambio y con el modelo de
comportamientos para lograr dicho objetivo. De lo contrario fracasará el cambio
y se traducirá en retroceso (Kotter, 1995).
Pocas actividades de las que se dan en una organización empiezan y
acaban en un solo individuo.
El cambio organizativo es el terreno ideal para ser desarrollado por
grupos (Margulies y Wallace, 1985).
Se logran altos niveles de productividad para la organización (Poblete,
1979) y una gran motivación personal.
Sin embargo, no debe pasarse por alto que es el individuo quien soporta
y después se beneficia del cambio. Tanto a nivel individual, como a nivel
grupal sería un error instrumentalizarlos de forma absoluta. En muchas
ocasiones los resultados a medio y largo plazo no llegan, porque se ha limitado
la organización al logro de resultados a corto plazo.
Una gestión adecuada y proactiva del cambio supone, si no la
anticipación, sí una gran sintonía entre conocimiento, actitud y acción. Para
ello es necesario disponer de una información rápida, contrastada y completa.