Martes 3 noviembre 1998 - Nº 914
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CULTURA
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ARCADI ESPADA, Barcelona
Pregunta. Uno de sus maestros, el lingüista alemán del siglo XVIII Wilhelm von Humboldt, está de rara actualidad en España...
Respuesta. ¡Vaya!, está bien. ¿Y por qué?
Algunos de los nacionalistas peninsulares que identifican la lengua con la identidad citan a menudo una de sus tesis más populares: la de que una determinada lengua produce una determinada visión del mundo, una Weltanschauung intransferible.
Humbdolt es una figura mucho más compleja de lo que pueda parecer. Él defiende que hay una forma fija, común para todas las lenguas, lo que en cierta manera supone lo contrario de lo que superficialmente se le atribuye. Han interpretado a Humboldt como un relativista antropológico, pero éste no es su punto de vista. Él es un hombre de la Ilustración y estaba tan interesado en las propiedades universales de las lenguas, en estudiar la forma fija que subyace en todas ellas, como en la variedad.
En cualquier caso, ¿qué opina sobre la identificación entre lengua e identidad?
Lo primero que opino es que no es una cuestión lingüística.
¿Y más adelante?
Le pondré el ejemplo de China. Allí hablan muchas variedades del chino, muchas lenguas diferentes. Y sin embargo, aunque en algunas partes no se entiendan entre ellos se siguen identificando como personas chinas por la historia, por el poder común. Lo que da la identidad es la estabilidad histórica, la estabilidad del poder, la estabilidad de lo que ha pasado en el país.
¿Y en Europa?
La historia de las lenguas es muy reciente en Europa. Sólo ha sido en los últimos años cuando los países europeos se han identificado con las lenguas. Esta identificación es en gran parte mítica. Y en su origen suele haber alguna razón violenta. No me refiero a guerras estrictamente, sino a cualquier forma de violencia cultural. Las lenguas forman parte de los sistemas de poder y de control de un Estado. Si usted viaja de Francia a Italia o de Holanda a Alemania, la transición de lo que se habla en un país a otro es gradual. Es el poder político el que establece la frontera.
En el mundo hispano, se suele criticar la presencia casi abrasiva del inglés. ¿Pero habría otra forma de ver esa circunstancia, de ver la lengua inglesa como una posibilidad de libertad, de emancipación para pequeñas comunidades que de otro modo no participarían en el gran festín mediático?
Yo me figuro que a un catalán que utiliza el español se le abre un horizonte cultural mucho más amplio, al que de otra forma no podría acceder. Pero esto también significa que su individualidad cultural se pone en peligro. En alguna visita a Barcelona he visto como la gente bailaba sardanas. Qué duda cabe que éste es un rasgo de especificidad cultural. Pero esto es muy distinto de sentarse ante el ordenador, conectarse a Internet y empezar a trabajar en inglés. Hay una contradicción evidente: a través de Internet se te abren muchas puertas, pero el peligro de desaparición de tu singularidad cultural es real, evidente. Esta tensión entre lo singular y lo colectivo se está produciendo en Europa de una manera que a menudo es dramática. Europa está en un proceso de centralización política y económica, pero al mismo tiempo crecen las reacciones de fomento de lo regional, de lo propio.
¿Y qué hacer con este conflicto: acostumbrarse a él, resolverlo?
Cada uno debe decidir por sí mismo. En cualquier caso, ni las lenguas ni los otros datos de la realidad de cada país o de cada cultura van a suponer un grave problema. La gente es muy adaptable.
Hablaba usted de Internet. Otro debate: ¿supone o no una revolución en el conocimiento?
Hay que distinguir: Internet proporciona un acceso a la información, pero la información no es conocimiento. La falta de información no es el problema de la población intelectualmente subdesarrollada. El problema es la falta de entendimiento. Yo tengo un amigo, premio Nobel, que cuando daba clases inventaba los hechos. Transmitía a los estudiantes los principios y el trabajo de los estudiantes consistía en comprobar si los hechos que había relatado se ajustaban a esos principios. Lo importante son los principios.
Pero más allá de la distinción entre información y conocimiento, ¿usted cree que Internet va a introducir cambios sustanciales en nuestra capacidad de percibir, de representarnos el mundo?
En la historia del arte hay un momento en que se empiezan a enmarcar las pinturas y se deja, en consecuencia, de pintar las paredes. Está claro que esto supuso un cambio trascendental en nuestra manera de representarnos el mundo. Aparecieron conceptos nuevos o que se observaron bajo una luz nueva, como la simetría y el límite. La aplicación de cualquier tecnología produce cambios de importancia en la representación del mundo y por lo tanto también en nuestra creatividad. Internet es un fenómeno ambivalente: puede servir para el bien y para el mal.
Sucede con todo lo importante.
Sí, claro. Se dice, por ejemplo, que aumenta la comunicación entre las personas. ¿Pero qué tipo de comunicación? Desde luego se trata de una comunicación muy superficial.
Pero donde antes tal vez existía el silencio.
Lo que los jóvenes tienen que aprender es a relacionarse con los demás como seres humanos. Esto implica estar cara a cara con la gente. Cara a cara: ¡es muy importante! No somos marcianos. Cuando los jóvenes se cuelgan de Internet están participando en mundos imaginarios, donde se relacionan con gente imaginaria. Internet es peligroso, especialmente para los adolescentes, porque crea la ilusión de que se está en contacto con la gente. Pero en realidad uno está completamente aislado. Los adolescentes tienen más contacto con personas virtuales que con personas reales y esto es un grave riesgo.
La distribución por Internet y las televisiones del caso Lewinsky ha dado una visión inédita de la democracia americana. Desde Europa se ha interpretado como un éxtasis de la transparencia.
Es todo lo contrario. Se trata de un pequeño asunto, comparado con los grandes crímenes de Clinton. ¿Usted se imagina lo que habría pasado si algún grupo terrorista hubiera aplicado a Estados Unidos la misma lógica que Clinton ha aplicado a Sudán. El asunto Lewinsky es tan mínimo, tan mínimo... Y esto es lo que piensa exactamente la gente: que es mínimo y que no le importa.
Para no importarles...
Le importa a la élite política o periodística. Es verdad que el asunto ha sido objeto de muchos comentarios entre los miembros de esta élite. Pero cuando los políticos, estos últimos días, han tenido que ir a pedir el voto a sus electores, no les han hablado del caso, porque saben que no forma parte de los intereses generales. Los políticos pueden excitarse con el asunto y pasárselo muy bien. Pero a la hora de la verdad, se acabó el caso Lewinsky. Los que forman parte de la élite son, de alguna manera, intelectuales o aspiran a entrar en el gremio. Y no está bien visto que los intelectuales consuman pornografía. Este asunto les ha permitido consumirla en grandes dosis, gratis y de una manera decente.
Me gustaría insistir en el asunto de la transparencia. El público ha tenido la impresión de que cualquiera podía llegar hasta el propio vértice de los pantalones del presidente. ¿No se ha cumplido el sueño americano?
Ja, ja, así sería si se hubiera tratado de algo relevante. El caso Lewinsky es una falsificación de las élites. Es una fabulación, un cuento para que la gente deje de preocuparse de otras cosas. Es la misma falsificación que se comete con el estado de la economía. The New York Times dice que el estado de la economía norteamericana es excepcional, sin precedentes. Pero esto es sólo cierto para un 10% de la población. El resto está luchando por mantener su salario y el nivel de vida que tenía hace 20 años.
En cualquier caso los supuestos mecanismos hipnóticos del poder contemporáneo son cada vez más espectaculares.
Bueno, bueno, los romanos sí que eran espectaculares. |
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