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1998 - Nº 913

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Umberto Eco vuelve a la semiótica con un ensayo sobre las estrategias de la mentira

La obra analiza en 100 páginas varios ejemplos literarios del "travestismo del lenguaje"

LOLA GALÁN, Roma
Umberto Eco (Turín, 1932) regresa a un territorio más grato y ligero que el de su pasada aventura literaria (Kant y el ornitorrinco) en el último libro que acaba de aparecer en las librerías italianas. En Tra menzogna e ironia (Entre mentira e ironía), editado por Bompiani, un librito de poco más de 100 páginas, el autor de novelas tan famosas como El nombre de la rosa o El péndulo de Foucault vuelve al análisis del lenguaje, pero no para desmembrar oraciones como fórmulas matemáticas, sino para jugar un poco con los sentidos ocultos de los signos, con las mentiras que oculta, muchas con más vocación de supervivencia que las verdades. Eco recoge cuatro ensayos publicados de forma aislada.


Umberto Eco, durante una visita a España
(C. Francesc).
Nacidos como prólogos o conferencias, y por tanto de una forma aparentemente dispar, los cuatro textos de Eco están unidos por un mismo hilo conductor: todos estudian el uso de diversas "estrategias de mentira, de travestismo, abusos del lenguaje e inversiones irónicas de estos abusos".

Del lado estrictamente mentiroso están el ensayo titulado Las migraciones de Cagliostro, un divertido texto desenmascarador del siciliano conde Cagliostro, un curandero, alquimista y presunto masón del siglo XVIII. También el dedicado a una de las obras más famosas de la literatura italiana, I promessi spossi (Los novios), del escritor decimonónico milanés Alessandro Manzoni, entraría en ese sector de la mentira pura . Mentirosos también, pero utilizando irónicamente la mentira, dándole la vuelta, serían los ensayos dedicados al escritor cómico Achille Campanile, uno de los primeros autores que Eco confiesa haber leído, allá por el año 1938, y al autor de tebeos Hugo Pratt, creador de la serie inspirada en el soñador personaje Corto Maltés.

De aventurero a mito

De acuerdo con la propia explicación de Eco, Giuseppe Balsamo, conde de Cagliostro, "miente con la palabra, con su indumentaria, con su comportamiento, y con él mienten las leyendas que lo han transformado del pequeño aventurero que era en un mito". Otro tanto hace Manzoni en Los novios, una novela histórica que retrata el Milán que sufre la ocupación española en el siglo XVII. Manzoni, sostiene Eco, miente "al sugerir una oposición entre el lenguaje verbal, vehículo de mentiras y atropellos, y los signos naturales, a través de los cuales los humildes comprenden, aunque los poderosos les engañen con sus latinorum".

Por el contrario, Campanile, que utiliza sus frases clichés perfectamente adaptadas, a la manera de guantes, para provocar una reacción de extrañeza, y Hugo Pratt, que, conociéndola perfectamente, "juega con la geografía y utiliza mapas reales para hacerla improbable", utilizan la mentira de una forma irónica. Desde Nueva York, donde se encuentra estos días, Eco, entrevistado a través de Internet por el diario italiano Corriere della Sera, se reafirma en su juicio sobre el conde Cagliostro. Este personaje, víctima para muchos de una maquinación clerical, que ha fascinado de siempre a los buscadores de misterios, "representa el arquetipo del hombre sin cualidades, el que hace de la mentira un medio de supervivencia", según dice el semiólogo.

Y en cuanto a la posibilidad de que la tesis de Manzoni, la que pondera "la sinceridad visual de los gestos frente a los vericuetos engañosos del lenguaje", tenga su principal aplicación en la televisión, Eco se rebela: "La de la televisión ya no se define como una semiótica natural. Las imágenes que la televisión recoge son el resultado de una puesta en escena precedente".

Ahora bien, no se trata de que la pequeña pantalla sea más mentirosa que otros medios - "los charlatanes han engañado siempre a los simples. Ocurría antes de la televisión y después", explica el escritor-. Lo que pasa es que, "dada la potencia del medio, simplemente ahora ocurre más. El crecimiento de la información y la cultura aumentan la credulidad. Los médicos positivistas del siglo XIX eran los que iban después a las sesiones ocultistas. Tenía razón Chesterton: cuando la gente deja de creer en Dios, no es que deje de creer en todo, sino que empieza a creer en todo. Los ateos son más supersticiosos que los creyentes. La New Age , una religión para no creyentes, tiene más dioses que cualquier religión revelada".

De ahí que Eco, desmarcándose un tanto de las opiniones críticas que ha merecido a la intelectualidad italiana la última encíclica del Papa, Fides et ratio, coincida con Juan Pablo II a la hora de identificar a la cultura Nueva Era como la principal amenaza de la cristiandad. "La New Age es hoy, y no el marxismo, el principal enemigo de la Iglesia católica. Monseñor Milingo (un obispo africano con grandes dotes para el show business) es mucho más peligroso que [Palmiro] Togliatti. Y el Papa ve con desconfianza tanto la teología de la liberación como los deslizamientos al irracionalismo, como el sincretismo típico de las sectas, que se están comiendo la mitad de América Latina".

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