Viernes 30 octubre 1998 - Nº 910
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Derek Walcott define la poesía como el amor al mundo a pesar de la Historia El premio Nobel participa en Granada en una lectura poética en recuerdo de García Lorca ALEJANDRO V. GARCÍA,
Granada
La entrevista se desarrolla en una de las dependencias anejas a la Huerta de San Vicente, al lado de las habitaciones donde Federico García Lorca escribió sus obras principales y junto al jardín donde sufría "líricos dolores de cabeza". Walcott, que ayer participó en una lectura poética organizada por el museo de la Huerta de San Vicente en la que intervinieron también Robert Bly, Pablo Armando Fernández y Galway Kinnell, parecía predestinado para esta corriente de simpatía que le une con el poeta granadino: Walcott vino al mundo el mismo año en que García Lorca visitó otra isla del Caribe, Cuba.
"En el Caribe las islas tienen distintas lenguas: el inglés, el francés y el español. La influencia de Lorca en Santa Lucía, por ejemplo, en los años inmediatos a esa visita, fue débil. De hecho, Lorca ha cobrado importancia en las letras inglesas muy lentamente. Aunque quizá no fuera así en las islas españolas", señala.
Relaciones
A pesar del mestizaje de corrientes que confluyen en su obra lírica, las islas, dice, en concreto las caribeñas, no tienen unas relaciones permeables. "Las islas están muy juntas, pero no hay contacto a causa de las lenguas diferentes, que las separan. Por ejemplo, en la Martinica, que está al lado de Santa Lucía, yo no conozco a muchos de los autores franceses que escriben allí. Igual ocurre con el Caribe español, aunque poco a poco se está superando este problema".
Walcott, que considera que el sentido último de la poesía es "enamorarse del mundo a pesar de la Historia", opina que en estos momentos la vigencia de la lengua española se concentra en Latinoamérica, igual que en los años veinte y treinta se polarizó en España en poetas como Miguel Hernández, Rafael Alberti y el propio Lorca. "Está claro que, al menos la novela, se concentra en autores como García Márquez o Fuentes. Es una situación paradójica: lo que fue el imperio físico, España, está enfrentándose y expandiendo la cultura a Latinoamérica", señala.
En 1994 Derek Walcott visitó Granada, en concreto el lugar donde murió fusilado García Lorca, y aquel recorrido le inspiró un poema, Granada, incluido en su penúltimo libro, y que ayer recitó. Allí se encuentra Lorca, su vacío, pero también Goya y las escenas de los fusilamientos del dos de mayo. "Ambos sabían hasta dónde podía llegar una nación, pero no hablo sólo de la española, sino de la Humanidad. Goya lo plasma en las pesadillas y en el horror. En Lorca es menos visible pero también se percibe. Goya tenía un sentido grotesco de la tragedia y Lorca igual, pero de un modo distinto, pues hay más posibilidades de redención, de perdón. Quizá por eso el horror de Goya sea más verdadero", reflexiona.
Respecto a la escasa resonancia de su obra poética en España, Derek Walcott se muestra conforme. "Es así, bueno", dice encogiéndose de hombros. Pero al menos es más conocida que su teatro, aunque disculpa la carencia: "Mis obras giran en torno a los negros y el lenguaje que utilizo no es muy asequible. Muchos escritores negros de Estados Unidos se quejan. Yo no, no me quejo de tener poco público".
JESÚS ARIAS,
Granada
El Primer ciclo de lecturas poéticas de la Huerta de San Vicente reunió a cuatro de las voces más importantes de la poesía actual, voces que, además, reconocen la rotunda deuda que tienen con el autor granadino. Introducidos por el premio Nacional de poesía Luis García Montero, los cuatro autores realizaron una lectura de su propia obra, pero seleccionando aquellos poemas que tienen algo en sintonía con Lorca.
Walcott presentó en el escenario del teatro Isabel la Católica, ante unos 200 asistentes, unos versos que pertenecen a su último libro y que llevan por título Granada.
Sonoridades
La velada fue abierta por Robert Bly, National Book Award de Estados Unidos, quien leyó su selección en inglés mientras al público se le facilitaban copias en castellano. Bly contó con la colaboración del premio Nacional de Literatura cubano Pablo Armando Fernández, para hacer relecturas en castellano y comparar la diferencia de sonoridades de una misma obra.
Pablo Armando Fernández, autor del Libro de la vida, dejó patente su devoción por García Lorca y buscó aquellos poemas suyos que recordaban los paisajes de La Habana retratados por el granadino. "Mi amor", recitó pausado, recordando el Caribe, "son estas tierras / y son también mi angustia".
Uno de los momentos más intensos fue cuando Galway Kinnell pidió a Laura García-Lorca que recitase en castellano el Llanto... La sobrina de Lorca tuvo que hacer esfuerzos para contener las lágrimas durante la lectura. "No es sólo por la dificultad del poema", dijo, "sino por la intensidad de la emoción". El autor norteamericano, que reconoció haber encontrado la luz en la obra de Lorca cuando decidía sobre su propio camino poético, declaró que Llanto... es "uno de los más grandes poemas del siglo XX, escrito en el idioma que sea".
Durante el recital poético, Luis García Montero recordó que Federico García Lorca ha influido en toda la poesía mundial y que la celebración de su centenario "no es un asunto de unos pocos familiares o una juerga entre amigos: a Lorca se le está conmemorando en el mundo entero, y sigue absolutamente vivo en la obra de todos los poetas actuales". DEREK WALCOTT Tierra roja y cruda, los muñones de olivo, verde oliva y plata en el golpe de viento como una capa que diera forma al coche, los atormentados olivos más pequeños de lo que pensabas, como una tristeza no incalculable sino medida, su distancia acortándose en la espiral que late en la carretera, se ensancha la asombrosa Granada. Así es como hay que leer a España, hacia atrás, como la memoria, como el árabe, montañas y cipreses profetizados que confirman que el único tiempo es el pasado, donde yace un pecado que pertenece a toda España. Se retuerce en el tronco del olivo, mira asombrado desde el eco ocre de una ladera de piedra, como la boca seca de un pozo: "Lorca". Las aceitunas negras de sus ojos, el pan mojado en el plato. Un hombre con la camisa blanca desgarrada y con manchas de vino, traje negro y suelas de cuero golpeando sobre las piedras. No puedes mantenerte fuera, aparte, y los otros a campo abierto, el staccato del fuego de las metralletas, los tacones del bailarín, el Ay del cantaor flamenco y la boca de la guitarra: están ahí, en Goya, el payaso que muere, con los ojos abiertos, en El tres de mayo donde está el corazón de España. Por qué España sufrirá siempre. ¿Por qué vuelven desde esta distancia, esta lejanía desde los cipreses, las montañas, los olivos que se tornan plata?
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