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1998 - Nº 804

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100.000 títulos nuevos y 600 millones de libros se publicaron en español en 1997

Editores de las dos orillas apuestan en Santander por un espacio común iberoamericano

ROSA MORA, Santander
"Ya no queremos hablar de libros de tal o cual país, queremos hablar de libros en español". Así resumió el presidente de la Federación de Gremios de Editores de España, Juan de Isasa, el espíritu del 14º Encuentro de Editores, que se inició ayer en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), en Santander. "No se puede organizar una semana del libro español en Quito, sino que hay que hacerlo del libro en español", añadió el editor Francisco Pérez González. Editores de las dos orillas del Atlántico debatirán en torno al tema Libro y sociedad de la información en Iberoamérica.


Desde la izquierda J. de Isasa, F. Rodríguez
Lafuente, J. Lluís Monreal y F. Ibáñez (P. Hojas).
Algunos de los datos aportados son espectaculares: "La producción de títulos nuevos en el área idiomática del español ha alcanzado ya [en 1997] la increíble cifra de 100.000 por año, y están representados por más de 600 millones de ejemplares. Más de un libro por habitante y año", señaló Rafael Martínez Alés, del Grupo Anaya.

Desde que el emperador Carlos I dio, en 1525, la concesión exclusiva del comercio de libros con la Nueva España a Jacobo Gromberger, establecido en Sevilla, los intercambios entre América Latina y España son la crónica de una larga historia de influencias recíprocas jalonadas por crisis y sobresaltos muy frecuentes: un ejemplo, la devaluación del peso mexicano a finales de 1994 representó para la industria editorial española la pérdida de miles de millones de pesetas. Las cifras, que ese año habían alcanzado los 11.121 millones de pesetas, se redujeron a menos de la mitad en 1995 y 1996. La prueba de que las cosas han cambiado es que en 1997 se inició una recuperación muy significativa: en la actualidad, México es el tercer país importador (7.590 millones de pesetas en 1997). El primero es Brasil (9.511 millones de pesetas), seguido de Argentina (9.374). "Las expectativas aumentan", dijo Federico Ibáñez, presidente del Centro Español de Derechos Reprográficos (CEDRO) y director del curso, junto a Josep Lluís Monreal, del Grupo Océano. "En 1997 se exportó por la venta de libros 40.000 millones de pesetas, y, en total, por la venta de productos editoriales, como revistas, 70.000 millones. Eso quiere decir que las sociedades latinoamericanas son cada vez más estables y que su poder económico es también cada vez más estable".

Vitalidad

Las cosas al revés funcionan peor: las importaciones procedentes de Iberoamérica sólo alcanzaron el año pasado 259 millones de pesetas, 47 millones menos que en 1996.

La vitalidad de la edición española se palpa en las inversiones realizadas en el primer trimestre de 1998: Argentina (6.156 millones de pesetas), Italia (1.064), Chile (462), Portugal (340), Colombia (132), Francia (100).

Apenas hubo paja en el primer día del Encuentro de Editores. La avalancha de datos fue abrumadora, pero también se habló de otras muchas cosas, como la literatura, la lectura, los retos del futuro o las nuevas tecnologías. Hubo satisfacción general por la presencia del director general del Libro, Fernando Rodríguez Lafuente, quien explicó algunas de las medidas de ayuda al sector editorial en que trabaja la Administración, como un programa de apoyo interministerial para abrir nuevos mercados o la extensión del telepedido. "En 1999 iniciaremos un plan para la expansión y consolidación en Iberoamérica de las pequeñas y medianas empresas". "Es una muy buena noticia", respondió Juan de Isasa.

Los editores de uno y otro lado estuvieron de acuerdo en que Santander, en julio, se ha convertido en una cita obligatoria e imprescindible para el sector. Se inventó el encuentro, hace 14 años, Francisco Pérez González. "Entonces los editores teníamos una especie de esquema. Hablábamos de créditos a la exportación, de tarifas de correos, de rebajas en las tarifas aéreas. Parecía que, para nosotros, la vida literaria no era prioritaria. Se trató de buscar un foro en el que se pudieran abordar los más diversos temas y en el que no tuviera importancia que las empresas fueran grandes, pequeñas o medianas". Ayer, en la sesión inaugural, los editores elogiaron y agradecieron la labor de Pérez González. "Es el alma y el arma secreta de estos encuentros", dijo Federico Ibáñez.

Las nuevas tecnologías de la comunicación centraron buena parte de la primera jornada. "La sociedad de la comunicación nos ha desbordado como no habríamos imaginado jamás hace 15 años. Para las autopistas necesitamos un vehículo que circule, y en España y Latinoamérica es el idioma", señaló Juan de Isasa. "El papel impreso no desaparecerá. Rotundamente, no", dijo Josep Lluís Monreal, pero un libro "ya no será más sólo papel impreso". "Los tiempos avanzan mucho más rápidamente de lo que pensamos los veteranos editores". ¿Hasta cuándo durará la cultura del libro? Casi todos afirmaron que hasta siempre. El editor Josep Maria Boixareu puso de manifiesto la prudencia de muchos editores sobre los nuevos medios: "No nos adelantemos ni nos quedemos atrás". "Es un momento especial para no perder el tren de las autopistas", concluyó Rodríguez Lafuente.

El aerobic de las neuronas

R. M, Santander
Sealtiel Alatriste, escritor y editor de Alfaguara, abrió ayer el fuego de las ponencias con un encendido elogio del arte de leer y un toque de atención muy serio acerca de cómo este hábito está cambiando. Lo más importante no fue cuando Gutenberg creó la imprenta, sino cuando la población demandó libros, dijo. Ya en 1795 la importancia de la lectura fue "comparada con la Revolución Francesa". "Durante dos siglos ha dominado la lectura, esto está cambiando. Ha sido el principal medio de conocer el mundo, ahora sólo es una forma subsidiaria de conocimiento".

Alatriste analizó, en el trabajo Nuevos gustos y nuevos consumidores, el impacto de los medios audiovisuales: con la televisión y la radio se ha vuelto a la información oral; se pide a los periódicos más opinión que información. "La lectura está sujeta a la ley de la oferta y la demanda" y "los lectores están más interesados en los autores que en sus libros. Se está produciendo una trivialización". Puso como ejemplo lo sucedido en la industria cinematográfica cuando llegó el vídeo y todo el mundo pensó que la gente dejaría de acudir a las salas de cine. Las estructuras se modificaron, se hicieron minicines, quedan las mejores películas, explicó. "La gente ha vuelto al cine. Con la lectura está pasando algo semejante. Los lectores abandonan las librerías. Crece el on line y los grandes espacios, las bibliotecas se anquilosan. Pero, ¿estamos los editores reflexionando sobre ello?". A los nuevos lectores los nuevos medios les hacen perder memoria. "La consulta de enciclopedias la estimula, la consulta fácil en la pantalla la reduce".

Alatriste, que aseguró que le gustaría morir con un libro en las manos, reivindicó la lectura como arma definitiva de crecimiento. "Leer es como poner las neuronas a hacer aerobic".

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