Num. 1381
Sábado, 16/09/2000


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Al compañero Recalde
IÑAKI AZKUNA

Durante unos minutos, que parecieron una eternidad, estuvimos acongojados, inmersos en la obscenidad del posible asesinato de José Ramón Recalde. Cambié de color cuando supe que la intención asesina no se había consumado y del «clínicamente muerto» de algún locutor pasamos a que la bala estaba alojada «en la región submaxilar». Aún siendo grave -y hay que padecerlo- no se había cumplido el veredicto de quien -cruel y fríamente y siguiendo la estrategia del terror- había decidido quitarle la vida.

Yo compartí con José Ramón seis años de Gobierno en una combinación PNV-PSE que funcionó razonablemente bien. Me quedó la sensación de que hicimos cosas buenas para el país, que colaboramos en su construcción, él desde Educación primero, desde Justicia después, y yo desde Secretaría de Presidencia y desde el Departamento de Sanidad.

A José Ramón Recalde le recuerdo con respeto y con cariño. Respeto del oponente coaligado, del que desde una posición ideológica y un pensamiento diferente colabora en la tarea de gobernar, de hacer que el país funcione y progrese. Recalde poseía una buena cabeza, bien amueblada que dicen los modernos, leído, instruido, intelectualmente fresco. Recalde fue un hombre importante en el Gobierno.

Quien ha disparado contra él no sabrá quizás que fue un luchador antifranquista. Quizás no sepa lo que ello significó, ni tan siquiera conoció a Franco, y quizá ni le importe. Su intención era matarle, destrozando a su familia y sus amigos, amedrentándonos al resto de la sociedad, haciendo que pasemos por las ‘horcas caudinas’.

La persona que disparó no pedía ni diálogo, ni juego de mayorías, ni buscaba la manera de hacer política. Quería matarle para, en una estrategia de terror, enviarnos un mensaje: por el terror llegaremos al poder.

Hoy los demócratas, los que confiamos y hemos luchado por la libertad, por el juego de las mayorías, por el diálogo, por el que se diluciden los problemas mediante y en la política, los que rechazamos y condenamos la violencia, nos tenemos que congratular porque José Ramón siga vivo, y porque hoy sea el símbolo de la diversidad del pensamiento, del coraje y la dignidad humana. Pongamos todos los medios a nuestro alcance, los recursos que nos depara la democracia -con el respaldo de la Justicia y la Ley- para no someternos a ninguna forma de totalitarismo. Quien quiso matar al compañero Recalde, nos quiso matar a todos los que vivimos en Euskadi. Y a Euskadi también.



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