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11 diciembre
1996 - Nº 222

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PALEONTOLOGÍA • ORIGEN DEL HOMBRE EN ÁFRICA

Mary Leakey, una figura legendaria en
el estudio de la evolución humana

A. R. , Madrid

Mary Leakey, el pasado agosto con unos
escolares masai en Tanzania. [S. Linne (A. P)]
Mary Nicol conoció a Louis Leakey en 1933 y se enamoraron. Poco después ella vio cumplido su anhelo de viajar a África, donde él había emprendido la búsqueda del origen del hombre. Empezó así una larga y fructífera carrera de esta mujer arqueóloga y paleontóloga que falleció en Nairobi, a los 83 años, el pasado lunes. Su hijo Richard dijo que «murió plácidamente», sin indicar la causa.

Cuando en 1935, Mary Leakey, nacida en Londres, emprende su primera expedición africana, se conocían ya fósiles de la línea evolutiva humana muy antiguos, pero procedían de Sudáfrica. Serán los Leakey los que descubran el Este de ese continente para la paleontología humana y, aunque él adquirió casi todo el renombre inicial de la pareja, nadie niega que ella siempre fue la científica rigurosa y constante que proporcionó la mayoría de los grandes descubrimientos.

En Olduvai (Tanzania), en 1959, Mary encontró el cráneo de Australopithecus boisei, un homínido de 1,75 millones de años de antigüedad, antepasado del hombre. Es uno de sus primeros hallazgos sensacionales, al que seguirán otros muchísimos.

Louis y Mary, con sus hijos Richard, Jonathan y Philip que suelen acompañarlos en las expediciones, exploran y excavan sobre todo en Kenia y Tanzania. Presentan sus hallazgos en las revistas más prestigiosas y se van convirtiendo en leyenda.

En los años sesenta, Mary vive en Olduvai, el magnífico e inagotable yacimiento que ella va configurando; sus descubrimientos de instrumentos de piedra remotos igualan en importancia a los fósiles. El matrimonio, muy distanciado ya, sigue rutas distintas aunque complementarias: mientras Louis se vuelca en la captación de fondos y en la divulgación de los descubrimientos, codeándose con políticos y filántropos, Mary se pega al terreno. Ella es la que sigue pasando horas arañando el suelo africano y la que mantiene los equipos de investigadores. Mientras tanto, su hijo Richard, -también con su esposa, Maeve,- se hace una brillante carrera propia en la paleontología. Prácticamente todas las figuras de este campo científico, como Donald Johanson o Tim White, se forman al amparo de esta familia aunque luego surgieran apasionadas enemistades entre ellos.

En 1978, con Louis muerto seis años antes, Mary y su equipo hacen el más célebre descubrimiento de su carrera: las huellas de Laetoli (Tanzania), un rastro de pisadas de homínidos de hace 3,5 millones de años que demuestran que aquellos remotos antepasados del hombre ya caminaban erguidos.

«La gran dama de la arqueología» como la ha llamado Virginia Morell, autora del libro biográfico de la familia Ancestral Passions, ha vivido sus últimos años en Nairobi, pegada hasta el último momento a sus cigarros y sin hacer ascos de vez en cuando a un buen whisky. Louise Leakey, hija de Richard, nieta de Mary y Louis, ha tomado ya el relevo, dirigiendo expediciones y estableciéndose en el mundo de la paleontología. Muerta la matriarca, los Leakey continúan.

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