A. D. / BILBAO (El Correo, lunes 18 de junio)
Las excavaciones se reanudarán el 1 de julio; pero la brigada caimán ya está trabajando en Atapuerca. Sus treinta componentes luchan contra el reloj para que, cuando llegue el resto del equipo -en total, unas 125 personas-, todo esté a punto en un yacimiento declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Tras el hallazgo en 1994 de Homo antecessor, una nueva especie de homínido que vivió en la sierra burgalesa hace 780.000 años, los directores de las excavaciones -Juan Luis Arsuaga, Eudald Carbonell y José María Bermúdez de Castro- se han marcado este año como objetivo retroceder aún más en el tiempo.
La sospecha de que en Atapuerca hubo homínidos anteriores a H. antecessor se basa en que, en la Sima del Elefante, se ha encontrado industria lítica -herramientas de piedra- de hace 1,2 millones de años. Útiles que, obviamente, fabricó un homínido cuyos restos aún no han salido a la luz. Buscar al artífice de esas herramientas es la esperanza con la que el equipo de Arsuaga, Carbonell y Bermúdez de Castro se pondrá manos a la obra en quince días. Pero no será la única.
Atapuerca es uno de los yacimientos paleontológicos más ricos del mundo, en lo que a la evolución humana se refiere. En el subsuelo de esa sierra, está escrita la historia de los homínidos desde hace 780.000 años hasta la actualidad. Por eso, Carbonell confía en que, además de dar con el más antiguo habitante de la Península, los trabajos de este año nos permitan ahondar en nuestra historia reciente, la de las comunidades humanas que ya practicaban la agricultura y la ganadería en Burgos hace unos 6.000 años.
Cada balde de tierra que sale de las cuevas y trincheras de Atapuerca es una página de la aventura humana; cada hueso o herramienta, una frase del capítulo europeo de una larga odisea. Gracias a los trabajos que se han desarrollado en los yacimientos españoles desde que en 1976 se descubrieron los primeros fósiles humanos, sabemos que nuestros antepasados practicaron la antropofagia, que no se desentendían de los enfermos y que, posiblemente, las mujeres parían con menos dolor que las de hoy en día.
Pero, aunque se haya avanzado mucho, en Atapuerca hay todavía trabajo para decenas de años en la difícil tarea de reconstruir una historia que comenzó en África cuando, hace unos 4 millones de años, se irguió sobre sus patas traseras un primate del tamaño de un chimpancé. Sus descendientes, con el paso de los milenios, conquistaron el mundo y llegó un momento en el que se empezaron a preguntar de dónde venían.