EL PAIS DIGITAL
Martes
30 septiembre
1997 - Nº 515

Juaristi obtiene el Premio Espasa de ensayo con un estudio sobre el «victimismo nacionalista»

MIGUEL MORA , Madrid
Jon Juaristi obtuvo ayer el Premio Espasa Hoy de ensayo, dotado con cinco millones de pesetas, por la obra El bucle melancólico. El libro es un estudio sobre el nacionalismo vasco que abarca desde el siglo XIX hasta hoy, y, según afirmó ayer su autor, se basa «en las pequeñas historias biográficas y las claves de la personalidad de distintos líderes e ideólogos, como José Agustín Chaho, Sabino Arana, Miguel de Unamuno o Xabier Arzalluz». Juaristi, que escribió la obra «en dos meses, enfebrecido por los sucesos de Ermua», señala como características del nacionalismo vasco «ese trauma melancólico, que es en realidad victimismo y coartada», «una insaciabilidad total» y «un racismo más o menos explícito»


Jon Juaristi (L. Breu).

Catedrático de Filología Española en la Universidad del País Vasco, ensayista y poeta, autor de una decena de libros, Jon Juaristi (Bilbao, 1951) fue premiado por un jurado que presidía Pedro Laín Entralgo e integraban Victoria Camps, Amando de Miguel, Fernando Savater y Juan González Álvaro.

El autor de El bucle melancólico recibió la noticia en Nueva York, donde ocupa este semestre la cátedra Juan Carlos I de la New York University e imparte precisamente un curso sobre nacionalismos. Juaristi comentó que el jurado había sido «muy generoso al obviar los defectos de un libro escrito en tan poco tiempo y en ese contexto de indignación, esperanza y temor que sucedió a lo que pasó en Ermua entre el 10 y el 14 de julio».

El asesinato de Miguel Ángel Blanco y la posterior reacción de «dignidad y valor de un pueblo machacado» fueron los detonantes que Juaristi usó para escribir «en caliente» este libro nacido de la «voluntad crítica hacia el nacionalismo vasco» y que trataba de seguir «la línea directriz» de dos modelos ensayísticos: La estación de Finlandia, de Edmund Wilson, y La tierra prometida, de David Goldberg, «un tipo de ensayo histórico que insiste mucho en la biografía, incluso en la autobiografía».

Sana maledicencia

La comparación sirve a Juaristi para ironizar sobre el carácter de su obra, que reconoce inspirada en «la sana maledicencia» de Julio Caro Baroja: «Más que una historia del nacionalismo vasco, es una chismografía sobre los líderes e ideólogos vascos cruciales en la historia». Pero la tesis que subyace es mucho más seria: «El nacionalismo vasco no surge de pérdidas u ofensas que deban ser reparadas. Nace de un trauma melancólico por un objeto no perdido -el pueblo, la lengua...-, en gente con un miedo horroroso a perder que apuesta por fingir esa pérdida como coartada para ganar siempre».

El perfil del ideólogo vasquista, que Juaristi ha tratado de dibujar con el mayor «rigor psicoanalítico posible, buscando episodios de la infancia e indagando en el medio familiar», oscila desde «el proto o prenacionalismo de José Agustín Chaho o Vicente de Arana» hasta «el ramalazo excluyente de Sabino Arana o Xabier Arzalluz» y tiene varias líneas comunes. «Una de ellas, la insaciabilidad, porque a esa melancolía endémica añaden casi siempre un carácter insaciable: no se conforman con nada, todo les parece poco».

Influye también en su expresión política, sugiere Juaristi, el contexto exterior, de manera diferente según la época: «Tras el 98, el modelo cubano. En los años 20, igual que hoy, el nacionalismo irlandés». Pero hay un tercer elementointerno más decisivo: la compleja relación de los líderes que «marcaron la evolución nacionalista» con la religión. «El nacionalismo es una religión política: surge de la secularización de las sociedades europeas».

Es la transferencia de la religión trascendente a la religión política, que Antonio Elorza y otros politólogos como Connor Cruise O’Brien han estudiado ya con tino: «Algunos ideólogos optan por fórmulas de transacción entre la fe cristiana y la política, otros rechazan frontalmente el cristianismo. El surgimiento del ateísmo a mediados de siglo trae una exacerbación del racismo o el antisemitismo. Por eso, los más radicalmente seculares, los que más se alejan del cristianismo suelen ser los más tentados por el totalitarismo».

Esa tentación «seduce de manera variable pero continua, desde el fascismo nazi a otras formas», a los líderes estudiados por Juaristi, «sean democráticos o antidemocráticos». Y permite hablar «de un solo nacionalismo, que en general es excluyente, tiene horror al contacto y no digamos al mestizaje, y propugna de forma más o menos soterrada o explícita la limpieza étnica».

Esa idea, que «convierte al foráneo antinacionalista en un reo de muerte», explicaría los asesinatos de Blanco u Ordóñez «no como crímenes políticos sino puramente racistas, aparte de fascistas: antes que miembros del PP, los dos eran maquetos y eran rebeldes». Y hace, según el parecer del autor de El bucle melancólico, muy difícil de solucionar el problema vasco: «Es imposible formar un bloque antiterrorista con el nacionalismo llamado democrático. Hay que aislar al conjunto del nacionalismo».

Historias de patriotas

P. U. , Madrid
En El bucle melancólico (Historias de nacionalistas) Juaristi rastrea en las biografías de algunos de los nacionalistas vascos, ortodoxos o disidentes, más representativos de las sucesivas generaciones las huellas de la melancolía que les llevó a convertirse en patriotas.

La expresión bucle melancólico es de Freud. El ensayo parte de las ideas desarrolladas por primera vez en un artículo, Proezas melancólicas, redactado conjuntamente con el psicoanalista Iñaki Viar y publicado en EL PAÍS en 1989. Todo nacionalismo se nutre de la melancolía ante el objeto perdido, la patria mítica, homogénea y armónica, destruida por el invasor. La añoranza de esa patria, inencontrable en la realidad y cuestionada por la historiografía, se sublima en el ideólogo o el líder nacionalista bajo la forma de identificación narcisista: él encarna, en cada generación, lo que queda de la patria verdadera y la esperanza de recobrarla.

«Historias de nacionalistas». La expresión aparece en labios de Michael Collins en la película de Neil Jordan. El fundador del IRA evoca las «historias de nacionalistas que se contaban muchas noches en el viejo molino». Entre quienes escuchan las evocadas por Collins se encuentran los activistas que unas horas después dispararán contra él en un paraje conocido como Beal na mBlath, la Boca de las Flores, en el condado de Cork.

Juaristi da la vuelta a la chismografía patriótica: esa técnica del orador nacionalista por antonomasia consistente en sustituir el argumento por la narración de algo que el líder conoce personalmente. La nostalgia une en el libro de Juaristi a autores y líderes como Chaho, Vicente de Arana y su primo Sabino, el fundador, coetáneo de Unamuno, el disidente; a Eli Gallastegui y Jon Mirande; al teórico del nacionalismo revolucionario Federico Krutwig, a Xabier Arzalluz y a Txillardegi. Y a Javier Etxebarrieta, el primero de ETA en matar y el primero en morir, símbolo de la generación nacionalista de los sesenta. Reconstruye así la genealogía de la búsqueda, generación tras generación, de esa patria ideal perdida en la noche de los tiempos.


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