ANÁLISIS Y EVALUACIÓN
DEL TRABAJO EN EQUIPO EN ALUMNADO UNIVERSITARIO. PROPUESTA DE UN MODELO DE EVALUACIÓN DE DESARROLLO DEL
EQUIPO.
Dr. Manuel Poblete
Ruiz, Profesor de Psicología en la Universidad de Deusto.
Dra. Ana García
Olalla, Profesora de Pedagogía en la Universidad de Deusto.
RESUMEN:
Una de las aportaciones a la Psicología Social en el ámbito
organizativo ha sido sin duda la importancia que se le ha dado al fenómeno
grupal. No se conciben modelos de gestión avanzada en el ámbito de las
organizaciones sin que se tengan en cuenta los equipos. En el ámbito educativo,
a partir sobre todo de la influencia de algunos autores, se ha tenido en cuenta
la influencia social sobre la formación del individuo y más en concreto se han
diseñado metodologías de aprendizaje basadas en la aceptación de la realidad
del grupo en el aula. Así se han trabajado la interacción social y la actividad
colaborativa como motor del aprendizaje y del desarrollo cognitivo, ya que la
interacción requiere un proceso de interiorización (Vigotsky, 1997).
Más
allá del aprendizaje de los contenidos propios de cada materia, se le demanda a
la Universidad el desarrollo de competencias, en línea con la idoneidad como
criterio de empleabilidad, muy diferente de la elegibilidad, que hasta hace poco
primaba a la hora de la contratación. Trabajar en la mejora del trabajo en
equipo influye de manera significativa en el logro de objetivos de aprendizaje,
al mismo tiempo que capacita al estudiante en una competencia básica en la vida
y en el trabajo.
Desde
esta perspectiva, venimos trabajando en nuestro contexto universitario sobre un
modelo que nos permita analizar y evaluar el desarrollo de equipos de trabajo
formados por estudiantes universitarios y su impacto en los procesos de
aprendizaje. En el presente trabajo, informamos sobre las investigaciones que
estamos desarrollando: junto al objetivo de comprobar la mejora de los
aprendizajes propios de cada asignatura, mediante el trabajo en equipo,
pretendemos demostrar que el grupo con mayor nivel de desarrollo (conciencia de
los objetivos comunes, fluidez en las relaciones interpersonales, importancia
del valor social de su actividad, organización, liderazgo, reparto equilibrado
de actividades, identificación con el equipo, etc.) logra una mejora en la
adquisición de aprendizajes. Por tanto, el educador debe tener en cuenta, no
sólo cómo incorporar metodologías que tengan en cuenta el fenómeno grupal como
motor del aprendizaje, sino también cómo trabajar en el desarrollo de los
equipos de trabajo para mejorar en los alumnos la competencia y para potenciar
su aprendizaje.
INTRODUCCIÓN
Las actuales demandas sociales, educativas y laborales están
reclamando la transformación de las instituciones y centros de trabajo en
organizaciones que aprenden. Esto es, en organizaciones que mediante procesos
de mejora continua desarrollan el mayor potencial de que son capaces a nivel de
las personas, de los grupos y de las propias organizaciones.
Hacer posible esta transformación va a requerir, a su vez,
un significativo cambio cultural para avanzar desde las estructuras, valores y
actitudes que han caracterizado las organizaciones en la era industrial de la
que provenimos hacia aquellos otros más propios de la era del conocimiento en
la que nos adentramos.
Entendemos que una organización que aprende es aquella que
facilita el aprendizaje permanente de todos sus miembros y que se transforma a
sí misma continuamente; para ello esta organización tendrá que ayudar a
extender y relacionar el aprendizaje y las habilidades de aprendizaje de los
individuos, grupos y organización como un todo en orden a cambiar continuamente
en la dirección que viven y hacia los deseos y necesidades de los posibles
clientes (Simons, 2000).
Gestionar con eficacia supone aprovechar al máximo el
capital humano logrando su implicación y compromiso. La Gestión de la Calidad,
entendida como forma desarrollada de Gestión integral, más allá de la
observación de normas y procedimientos, se caracteriza por una cultura
orientada hacia la eficacia que coexiste y es potenciada por una cultura de
aprendizaje, basada en normas y valores que facilitan la puesta en marcha de
innovaciones. Para ello suele organizarse el trabajo en torno al proceso de trabajo y la estructura de la organización viene a
estar conformada por pequeños grupos
multidisciplinares y heterogéneos con “muros flexibles” en una atmósfera de
cooperación.
Los trabajadores que se integren en estas organizaciones
habrán de ser profesionales críticos y colaborativos, capaces de reflexionar sobre
su práctica profesional y de trabajar y aprender en equipo para dar respuestas
creativas e innovadoras a las demandas de un entorno cambiante y ofrecer así un
servicio de calidad a los usuarios y clientes.
En este contexto las instituciones educativas, en nuestro
caso la Universidad, en colaboración con los centros de trabajo, han de
reflexionar sobre los nuevos perfiles profesionales requeridos y adecuar sus
ofertas formativas en orden a desarrollar las competencias profesionales
necesarias.
La revisión que en estos momentos se está desarrollando
desde diversos ámbitos en relación con los actuales perfiles profesionales
destaca de forma unánime la competencia de “Trabajo en Equipo” como una
competencia interpersonal central, estrechamente relacionada con la
actualización de otras competencias, como la comunicación eficaz, la resolución
de problemas, el desarrollo de proyectos, la negociación, el liderazgo, la
orientación al logro, la solidaridad en la diversidad, etc. Esta evidencia
reclama la asunción de un trabajo explícito y sistemático de dicha competencia
desde las entidades de formación en aras de la calidad de su oferta.
El contexto organizacional ha
obligado a enfocar los grupos desde una perspectiva diferente a la de la
dinámica tradicional, que lo hacía desde la perspectiva clínica. La
organización analiza y tiene en cuenta al grupo desde aspectos más
estructurales, sin olvidar los aspectos procesuales. En la organización
interesa, en primer lugar, hacer las cosas y hacerlas bien. Mientras que, en el
ámbito terapeútico, priman los procesos sobre la estructura.
El ámbito educativo es distinto
de ambos y en él es importante tener ambos enfoques presentes. Nos inclinamos
por defender trabajar con los grupos desde la estructura para organizar trabajos
como parte de la metodología que empleemos y trabajar sobre los procesos, como
labor educativa directa que contribuye al desarrollo social de los individuos.
En la presente comunicación se
presentan los resultados de una aplicación a una muestra de grupos centrados en
la tarea, que logran un buen nivel de eficacia, focalizando el interés sobre
aspectos estructurales del grupo, como son los objetivos, las tareas, las
normas. Sin haber trabajado directamente sobre los procesos (comunicación,
conflictos, toma de decisiones, participación, etc.) en nuestra experiencia,
nos planteamos la necesidad de hacerlo, ya que grupos que alcanzan mejores
resultados, una mayor eficacia, arrojan un mayor indicador de grupalidad.
MARCO
TEÓRICO DE REFERENCIA
El desarrollo de este trabajo se inspira en la confluencia que actualmente se está produciendo desde distintos ámbitos para apoyar la central importancia del trabajo en equipo como base para la construcción del conocimiento y motor del desarrollo, tanto a nivel personal, como grupal y organizativo.
Así, nuestro marco teórico de referencia se construye como
resultado de la integración y síntesis de dichas influencias, provenientes de:
el paradigma crítico en la construcción del conocimiento científico y su visión
de la organización, las aportaciones de la psicología social al desarrollo de
las organizaciones, y la contribución de la psicología de la educación a la
comprensión de los mecanismos de influencia educativa para la construcción
conjunta del aprendizaje desde una perspectiva sociocultural, así como su
concreción pedagógica en el contexto del aula a través de los planteamientos y
experiencias de los grupos interactivos y el aprendizaje cooperativo.
A continuación, presentaremos un rápido recorrido de las principales
contribuciones que, cada uno de estos marcos, han supuesto para la
fundamentación de nuestra práctica como docentes en el ámbito universitario en
asignaturas relacionadas con el área de desarrollo organizativo impartidas en
las titulaciones de psicología y pedagogía.
Frente a paradigmas epistemológicos precedentes que habían
concebido el conocimiento, bien como algo construido externamente (desde una
racionalidad científico-técnica), bien subrayando la subjetividad del proceso
de construcción (en los paradigmas interpretativos y culturales), la
racionalidad crítica de los paradigmas sociales y políticos concibe el
conocimiento como una construcción social e intersubjetiva que se desarrolla
como resultado del diálogo entre los miembros de una comunidad crítica.
Esta perspectiva asume una visión dialéctica y democrática
del conocimiento y de los procesos implicados en su construcción. La visión
desarrollada de la realidad está mediatizada por el compromiso con la acción,
de modo que la teoría estará impregnada de ideología, valores y componentes
éticos. En coherencia, las organizaciones son también concebidas como
realidades políticas y dialécticas que desempeñan un papel ideológico dentro
del contexto socio cultural, con el que mantienen relaciones dinámicas,
resultantes de fuerzas sociales y materiales que legitiman relaciones y
estructuras. La preocupación se centra en alcanzar compromisos con el cambio
real por parte de sus miembros, y para ello analizar e intervenir sobre los
espacios de poder y participación, y sobre los procesos de conflicto y
negociación.
El desarrollo del trabajo se estructura desde ese sentido
social de la actividad y del ejercicio de una autonomía de gestión responsable:
a través de una negociación permanente de las metas, el desarrollo de
estructuras para la interacción y autorregulación colectivas, una participación
centrada en los problemas, y un compromiso con los acuerdos.
La cultura de desarrollo organizativo es transformacional:
la organización es capaz de aprender y transformarse, y de contribuir con ello
a la transformación de la realidad, desde una atención permanente a las
demandas de los usuarios internos y externos y desde una orientación a la
innovación. Los procesos son abiertos, se construyen y reconstruyen por sujetos
activos y creativos que desarrollan procesos de revisión permanente y
rectificación progresiva. El trabajo en equipo se desarrolla como expresión de
la responsabilidad compartida y desde un sentido de comunidad crítica, capaz de
integrar las discrepancias en aras de la mejora.
El profesional que se integra en esta organización ha de
poseer un perfil técnico y colaborativo, con una formación humanista, capaz de
integrarse en equipos colaborativos de trabajo e implicarse en procesos de
formación continua.
Aportaciones de la Psicología Social al desarrollo de las
organizaciones
Con anterioridad la Psicoterapia había puesto de relieve la
importancia de una unidad social como es el grupo, capaz de vehiculizar el
soporte emocional del individuo y desarrollar valores como la solidaridad
(Lazel, 1921; Pratt, 1922; Marsch, 1931). Por otra parte, a nivel pedagógico se
ha trabajado la interacción social y la actividad colaborativa como motor del
aprendizaje y del desarrollo cognitivo, ya que la interacción requiere un
proceso de interiorización (Vigotsky, 1997).
Contamos, ya desde 1920, con las aplicaciones de la Business
School de Harvard, que incorporan el trabajo en grupo como parte de la
metodología activa, capaz de crear un clima afectivo y la obtención de un
conocimiento más práctico. Más adelante, entre otros, aparecerá el aprendizaje
activo de Aebli (1988).
Abundan las aplicaciones del aprovechamiento de la dimensión
social en la enseñanza y el aprendizaje. Sin embargo, predominan las
aplicaciones metodológicas (Aronson, 1978; DeVries y Edwards, 1973; Kagan,
1985), siendo más escasas las aportaciones organizativas y estructurales. Tal y
como expresan Johnson y Johnson (1995, 3), "el aprendizaje cooperativo es
el uso didáctico de grupos pequeños que permite a los estudiantes trabajar
juntos para maximizar su propio aprendizaje y el de los demás".
El trabajo sobre grupalidad desarrollado en el presente
trabajo de investigación sigue un modelo desarrollado por Petrovski (1986), que
interpreta al grupo desde la actividad como mediatizadora de todo lo que sucede
en el grupo, incluso de las relaciones interpersonales. El grupo desarrolla su
cualidad grupal centrándose en un objetivo común a conseguir mediante
actividades compartidas, en nuestro caso las prácticas de la asignatura. La
evolución de la grupalidad se ha medido mediante una escala (Fuentes, 1986;
Poblete, 2000; Roca, 2001), aplicada al principio y al final del semestre. La
denominaremos ENDE, Escala para medir el Nivel de Desarrollo del Equipo.
Desarrollaremos
a continuación una breve presentación de la evolución producida en torno a
aquellos conceptos relacionados con el desarrollo grupal que han fundamentado
tanto el enfoque conceptual como metodológico adoptado en el presente trabajo
de investigación.
Durante las últimas décadas se ha
producido en la Psicología Social una vuelta hacia los aspectos más sociales
del grupo (Worchel, 1992; Poblete, 2000), tales como: la categorización social
(Tajfel, 1975; Turner, 1990), la cohesión (Hogg, 1987), la interdependencia
(Kramer and Brewer, 1984), la identificación social (Conover y Feldman, 1984),
la cooperación (Dawes, McTavish y Shaklee, 1977).
Cohesión
La cohesión se define como una
resultante de las fuerzas que actúan sobre los miembros del grupo para que
permanezcan en él (Festinger, Schachter y Back, 1950), o bien como el grado en
que los miembros del grupo se identifican positivamente en él (Hackman y Morris,
1979). Haciendo una síntesis de ambas descripciones podría decirse que cohesión
en un grupo es el grado de atracción
entre los integrantes de un grupo derivada de la identificación de cada uno de
los miembros con el grupo y de las interacciones positivas que en él se
producen.
Aguas arriba de la cohesión están
tanto la identidad, como las interacciones y relaciones interpersonales, que, a
su vez, son previas a la identificación. Aguas abajo están el mantenimiento de
la membrecía, la influencia del grupo sobre los individuos, la lealtad al grupo
y la autovaloración. Las principales consecuencias de la cohesión serían: el
mantenimiento de la membrecía, el poder del grupo sobre los miembros
(influencia), la participación de los miembros en las actividades del grupo, la
lealtad al grupo (identificación), la seguridad personal, y la autovaloración
(autoestima).
Puede decirse, por tanto, que los
determinantes de la cohesión del grupo son las propiedades del grupo que
constituyen el incentivo-motivación para que los miembros pertenezcan al grupo:
expectativas respecto a las metas y resultados, y nivel de comparación que se
da entre los miembros del grupo.
En la actualidad existen
aplicaciones (no investigaciones), que hacen hincapié en el rendimiento del grupo
como clave exclusiva de la cohesión (Katzenbach y Smith, 1996), elevando a
categoría los “Equipos de Alto Rendimiento”. Cabe entrever un trasfondo
cultural en el que se priman valores tales como el poder, la ganacia, la
"competitividad".
Grupalidad.
Desde los primeros teóricos de la
psicología de los grupos (Lewin, 1978) aparece el término de grupalidad, como
una característica cualitativa de la realidad grupal. Existen colectivos con
distinto grado de unidad: algunos parecen agregados de individuos
independientes, otros, con un grado de unidad medio, y otros parecen funcionar
de forma muy compacta. La borrosidad es una característica del límite entre la
no grupalidad y la grupalidad como calidad del grupo.
Back (1981) define el grupo en
función de dos dimensiones. Una de ellas es la individuación o fuerza con que
las normas del grupo regulan la interacción. En el caso de baja individuación
los miembros del grupo tienen poca libertad individual y en caso de alta
individuación son autónomos y competitivos. Los grupos poseen alta grupalidad
cuando sus miembros tienen baja individuación. Sin embargo, cuando los
individuos se consideran centro, la grupalidad baja (Ayestarán, 1996). La otra
dimensión de la grupalidad, según Back, corresponde a los esfuerzos realizados
por los miembros del grupo en la tarea grupal. En caso de alta grupalidad los
individuos se implican totalmente en las tareas grupales y en caso de baja
grupalidad cada individuo se limita a la realización de sus propias tareas.
Para Tajfel (1975) la grupalidad
queda definida por la identidad social lograda a través del mecanismo cognitivo
de la categorización y mediante la discriminación intergrupal. Sorokin (1928) traduce la distancia social
en semejanza de atribución entre los componentes del grupo. Podría darse
rechazo personal, que para Bogardus (1925) equivaldría a distancia social, y
darse proximidad social, si los miembros del grupo distribuyen de forma
parecida sus elecciones y rechazos. Según el concepto de Sorokin (1947), la
grupalidad, muy de acuerdo con la actual psicología social europea, es el hecho
de compartir determinadas representaciones sociales (Ibáñez, 1988).
La psicología social marxista
incorpora en este terreno una significativa aportación: integra la interacción
con la identidad social como elementos definitorios de la grupalidad. La
actividad se constituye como elemento mediatizador de las relaciones
interpersonales, de las metas a lograr por el grupo y del sistema de valores
compartidos. La actividad es la síntesis entre conciencia y conducta. La
actividad es un fenómeno de naturaleza social y no admite una reducción a la
tarea o al resultado, ni a las emociones o a los pensamientos.
La grupalidad puede considerarse,
entonces, como un constructo multidimensional, cuyo núcleo es la identificación.
La identificación incluye aspectos afectivos, cognitivos y comportamentales
(Poblete, 2000). Existen zonas de solapamiento con otros tres aspectos del
grupo como son: la identidad (con fuerte carga cognitiva), la cohesión (con
fuerte carga emocional) y la interdependencia (con gran carga conativa o
conductual). En torno a estos planteamientos teóricos se realiza el presente
estudio de investigación que se aborda a continuación.
Grupos y Equipos
El Grupo viene a ser un conjunto de individuos que interactúan entre
sí, que dependen unos de otros, que buscan cubrir necesidades que no
satisfarían individualmente, que son conscientes de su relación interpersonal,
que desarrollan un sentimiento de solidaridad, que comparten unos valores, que
están limitados a la posibilidad de comunicarse cara a cara, cuya interrelación
genera una estructura (normas, roles, estatus) para lograr un objetivo común.
La definición de grupo más
integradora que hemos encontrado ha sido la aportada por Schäfers (1984) para el que grupo es un determinado número de individuos
que, para lograr un objetivo común, se implican durante cierto tiempo en un
proceso de comunicación e interacción y desarrollan un sentimiento de
solidaridad. Necesitan un sistema de normas comunes, una distribución de
tareas, en consonancia con los roles de cada miembro del grupo. Debería
añadirse la característica sistémica y definir al grupo como sistema abierto en
interacción con el entorno (Ayestarán, Arróspide y Martínez-Taboada, 1992).
Respecto al Concepto de Equipo nos detendremos en resumir las características
principales que encierra esta forma de enfatizar el término, en línea con
nuestro trabajo de investigación. Así, cuando hablamos de objetivos nos
referimos a orientación de los miembros del equipo a las metas grupales. Cuando
hablamos de comunicación y clima nos estamos refiriendo a relaciones
interpersonales. Al tratar la identificación hablamos de valores compartidos,
de coincidencia cognitiva y de cohesión. El concepto desarrollado sobre la
grupalidad puede mirarse desde los puntos de vista que detallaremos más
adelante.
Los equipos son, como los grupos,
sistemas sociales abiertos, complejos que deben realizar una serie de
funciones, interdependientes sobre actividades y proyectos concurrentes en
ocasiones y que interrelacionan con otros sistemas del entorno (Tannenbaum,
Bears y Salas, 1992).
Los miembros de una trainera
deben organizarse y orientarse intensivamente hacia una meta común. Por lo
general, son un número reducido de personas, que se atienen a procedimientos
consensuados y aceptados, siendo flexibles en la asunción de roles, incluso a
su intercambio.
Los aspectos afectivos, la
comunicación, la confianza, el estímulo mutuo, la consideración, hacen que las relaciones
interpersonales sean especialmente cálidas. Los equipos deportivos asumen la
mayoría de estas características, a pesar de que interfieren elementos espúreos
como son los económicos, que introducen otras reglas de juego llegando, en
ocasiones, a romper el equipo.
El equipo deportivo admite una
gran flexibilidad en cuanto a número, estructura, procesos, etc. Todos los
equipos deportivos destacan su orientación a los objetivos, que da sentido a su
actividad. Entran en el contexto de una estrategia más amplia de organización
deportiva, comercial, benéfica, oficial, etc. Tienen y debaten ideas para
desarrollar el juego. Planifican su actividad, contando con los propios
recursos y el medio en que se moverán. Aplican un método, en función de las
variables que se den sobre el terreno. Existen unos roles grupales, además de
los profesionales.
Un rol fundamental en los equipos
es el de líder, que coordina, informa, anima, toma decisiones en momentos
críticos e imprevistos. Hay una comunicación, convencional o en clave, que
favorece la relación interpersonal, en función de los objetivos que tratan de
lograr con cada actuación. Evalúan los resultados de lo puesto en práctica
sobre el terreno, con el fin de rectificar su estrategia, su organización sobre
el terreno o su forma de actuar. Son fuertes los intereses y valores culturales
por los que hacen las cosas. Están en una situación permanente de entrenamiento
y de mejora personal, en función de lo que necesita el colectivo. Ni la
experiencia de unos, ni la juventud de otros se percibe como amenazante, sino
enriquecedora del conjunto.
Con respecto a las Diferencias entre grupos y equipos, es difícil establecer la frontera entre
grupo y equipo, sobre todo a nivel práctico. Sin embargo, hay distintos autores
que resaltan diferencias entre grupos y equipos (Maddaux, 1988; Johnson y
Johnson, 1994; Lewis y Smith, 1994; Katzenbach, 1995; González, Silva y
Cornejo, 1996). De hecho nadie denomina a un equipo deportivo como grupo.
Equipo es un colectivo “altamente organizado y orientado hacia la consecución de una
meta común. Lo compone un número reducido de personas, que adoptan e
intercambian roles y funciones con flexibilidad y que disponen de habilidades
para manejar su proceso socioafectivo en un clima de respeto y confianza. El
equipo, a diferencia de un grupo, implica la formación dinámica de sus
integrantes centrados en una actividad común y en el logro de objetivos y
satisfacciones personales abiertamente reconocidas, lo cual favorece una
auténtica relación interpersonal” (García, 1988,70).
La influencia educativa desde una perspectiva sociocultural: el aprendizaje como proceso de construcción conjunta
Como afirma García
Olalla (2003), podemos decir que lo social juega un papel obvio en la formación
de la conciencia individual y, por ende, en la constitución del sujeto; y esto
es así para la psicología en general y, de manera especial, para la corriente
sociocultural. Sin embargo, la controversia aparece cuando se trata de
conceptualizar la naturaleza de la participación en los procesos de interacción
social y la génesis de los procesos individuales en el marco de lo social.
Abordar la cuestión que apuntamos supone opciones teóricas que privilegiarán
bien el funcionamiento intraindividual o el interindividual.
Desde una perspectiva
epistemológica constructivista del aprendizaje, ya para Piaget y la escuela de
Ginebra el aprendizaje es concebido como una costruccción activa por parte de
la persona que aprende, que se produce a partir de las interacciones con su
medio, y que implica un proceso progresivo de adaptación resultante de los
procesos complementarios de asimilación y de acomodación.
Sin embargo, ha sido
la visión sociocultural del desarrollo iniciada por Vygostsky la línea teórica
que más claramente ha subrayado la dimensión social en la construcción del
aprendizaje y que más ha contribuido con sus aportaciones a la comprensión de
los procesos sociales implicados en dicha construcción. Así, el concepto de
influencia educativa lo encontramos ya en los postulados básicos de Vygotsky al
interesarse por los procesos de interiorización, es decir, por la
transformación de los procesos interpersonales en procesos intrapersonales.
Uno de los postulados
emblemáticos de la teoría sociocultural lo consitituye la idea de que los
procesos psicológicos superiores tienen su origen en la vida social, en las
interacciones que se mantiene con otras personas, en la participación en
actividades reguladas culturalmente.
Para Vygotsky (1979)
la clave de la comprensión de la conducta reside en las relaciones dialécticas
que ésta guarda con su medio; las funciones mentales superiores parten de la
vida social y para comprender al individuo es necesario comprender las
relaciones sociales en las que este individuo existe. La naturaleza psíquica de
los seres humanos representa el conjunto de las relaciones sociales
interiorizadas que se han convertido en funciones para el individuo y forman la
estructura del individuo (Vygotsky, 1981 b).
Las actividades en el
plano interpsicológico son sociales porque se realizan con otras personas
dentro de una cultura y con herramientas que aporta la propia cultura, pero son
sociales también porque son compartidas
o podemos concebirlas como funciones distribuidas en el grupo.
La teoría sociocultural
ha realizado además notables contribuciones para comprender cómo opera la transición de lo social a lo
individual, en qué consiste y cómo se relacionan ambos planos, introduciendo
conceptos que han tenido una notable influencia en el ámbito educativo, tales
como: interiorización (o internalización), apropiación, apropiación
participativa, zona de desarrollo
próximo, mediación, andamiaje, participación guiada, dialogicidad,
simetría-asimetría, influencia recíproca, reciprocidad, e influencia educativa.
Para Vygotsky (1979)
la interiorización es la
reconstrucción a nivel intrapsicológico de una operación interpsicológica,
gracias a las acciones con signos. A través de su participación en
interacciones sociales con otros, las personas van dotando de significado a las
situaciones y a su propia actividad en función de sus características
personales, sus motivaciones, conocimientos y experiencias previas, etc., y así
cada persona reconstruirá mediante
diferentes lenguajes, claves e interpretaciones, los fenómenos en los que ha
participado. Esta reconstrucción es considerada por Vygotsky como apropiación y se trata de un proceso activo, de interacción y de reconstrucción
personal.
Rogoff (1997) revisa
aquella acepción del término apropiación
que parece denotar una separación entre lo personal y el contexto social, y
propone, en su lugar, el concepto de apropiación
participativa. Para Rogoff (1997) una persona que participa en una
actividad se involucra en un proceso de apropiación a través de su propia participación.
La apropiación se da en la participación, al tiempo que el individuo cambia
para involucrarse en la situación y esta participación contribuye tanto a la dirección que toma el
acontecimiento como a la preparación del individuo para otros acontecimientos
similares. La apropiación es, en sí misma, un proceso de transformación, un
cambio que resulta de la propia participación. La participación implica la
puesta en marcha de esfuerzos creativos de comprensión y contribuye a la
actividad social, que por su propia naturaleza implica la construcción de
puentes entre las muy diferentes formas de entender una situación. La
comunicación y los esfuerzos compartidos implican siempre ajustes entre los
participantes (con diversos niveles de asimetría) para ampliar la comprensión
común, con el fin de adaptarse a las perspectivas nuevas que puedan surgir en
el esfuerzo compartido.
Otras nociones
clásicas elaboradas por Vygotsky (1979), han sido las áreas de desarrollo real
y potencial. El área de desarrollo real
hace referencia a lo que la persona es capaz de realizar por sí misma sin la
ayuda de otro; mientras que el área de
desarrollo potencial es definida como la diferencia que existe entre las
tareas que la persona puede realizar por sí sola y aquellas que puede hacer con
la ayuda de, o en cooperación con, otra persona más capaz.
Vygotsky hará
intervenir aquí el papel de guía de los otros, lo cual dará como resultado que
el proceso de desarrollo no sea algo debido al esfuerzo individual de
redescubrimiento de cada persona, sino el resultado de un proceso de
interacción social, de un desarrollo guiado, gracias al cual la persona se
apropia de la cultura de su entorno social.
Como señala García
Olalla (2003), de esta concepción se han derivado fructíferas
implicaciones para la instrucción
escolar, que descansan en la idea de que “el único tipo de instrucción adecuada
es la que marcha delante del desarrollo y lo conduce” (Vygotsky, 1979; 1995).
Otro gran tema que
recorre la obra de Vygotsky (1979, 1981
b) es la propuesta de que las
funciones mentales superiores, y la acción humana general, están mediadas por
herramientas (herramientas técnicas) y por signos (herramientas psicológicas).
Vygotsky enfocó el lenguaje y otros sistemas de signos como parte y como
mediadores de la acción humana. Así, el lenguaje tendrá primero una función
esencialmente comunicativa y de regulación de la relación con el mundo exterior
y, posteriormente, se convertirá en regulador de la propia acción. La
influencia del lenguaje como herramienta pasará de dirigirse hacia los otros a
ser dirigida hacia uno mismo.
Se introduce así el
concepto de dialogicidad. Para Batjin
(1981) el lenguaje constituirá el principal instrumento de mediación e influencia recíproca entre los participantes en una
situación. Se configurará como la principal herramienta de comunicación y de
regulación de la propia interacción.
Sin embargo, Vygotsky
desarrolló escasamente el análisis de los procesos de interiorización, es
decir, la conversión del desarrollo potencial en real. Diversos autores han
profundizado posteriormente en el análisis de las fases y mecanismos de
transición, aportando conceptos como el andamiaje, la participación guiada, los
mecanismos de cesión y traspaso de control, y la intersubjetividad.
La metáfora del andamiaje
elaborada por Wood, Bruner y Ross (1976) es una de las que ha gozado de mayor
reconocimiento. Sus autores recurren a la idea de andamio para ejemplificar el
carácter de la ayuda que el adulto ha de prestar al niño para facilitarle
avanzar por su zona de desarrollo próximo. Los andamios constituyen una ayuda
de carácter transitorio que debe retirarse en la medida que el niño progresa en
su aprendizaje.
Otra de las aportaciones interesantes al estudio del proceso
de cesión y traspaso de control del adulto al niño lo constituye el trabajo de
Rogoff (1993), quien ha descrito las situaciones de aprendizaje entre adulto y
niño como procesos de participación
guiada en los que el niño desarrolla un papel eminentemente activo y el
adulto guía la participación del niño en la tarea mediante ciertos recursos
básicos.
El estudio sobre el proceso de interiorización apuntado por
Vygotsky ha sido desarrollado por Wertsch (1988) profundizando en conceptos
como el de “intersubjetividad”. Para
este autor la intersubjetividad se da cuando los interlocutores comparten algún
aspecto de sus definiciones de la situación. Lo que un observador percibe en
una situación es una cuestión completamente privada, pero que puede
transformarse en una realidad social simplemente hablando de ella a otro. Si
este otro acepta la invitación de escuchar y participa en el diálogo, ambos se
entregan a un mundo social temporalmente compartido, establecido y
continuamente modificado por los actos de la comunicación (Rommetveit, 1979). La intersubjetividad
remite, por tanto, al conocimiento compartido por los participantes en una
misma situación.
García Olalla (2003) sintetiza las aportaciones de estos autores a la
comprensión de esa construcción social y compartida en los siguientes términos:
A partir de una definición personal inicial, los participantes en una situación
interactiva irán aproximando sus respectivas definiciones sobre dicha situación
a través de progresivos niveles de intersubjetividad. Esto supondrá la elaboración
de sucesivas redefiniciones por parte de los participantes, fruto de un proceso
de negociación, que se sitúa en la zona de desarrollo potencial y que opera fundamentalmente a través de mecanismos
semióticos. Los partenaires de una situación progresarán en la construcción
conjunta de significados, creando un espacio semiótico caracterizado por la
dialogicidad, es decir, encontrando un lugar para sí mismo y su partenaire a
partir de la palabra, enunciada y significada en relación al otro. La intersubjetividad
constituye por tanto una condición y una característica de la verdadera
comunicación humana, que implica por parte de los interlocutores una “confianza
recíproca en un mundo experiencial compartido”.
En conclusión,
podemos afirmar que desde los planteamientos socioculturales el proceso de
construcción del conocimiento no se entiende como una realización personal,
sino como un proceso de co-construcción o de construcción conjunta que se
realiza con la ayuda de otras personas. Desde esta perspectiva, podemos
aproximarnos a la universidad y al aula como una comunidad de prácticas en la
que discurren actividades. La ayuda educativa, es decir, los mecanismos
mediante los cuales se intenta influir en el desarrollo y el aprendizaje, se
lleva a cabo a través de una serie de procedimientos de regulación de la
actividad conjunta (Coll y otros, 1992). Esta ayuda será posible gracias a la
negociación de los significados y al establecimiento de un contexto discursivo
que hará factible la comunicación y la comprensión (Cubero y Luque, 2001). Los
procesos de intercambio y de negociación en un escenario educativo (Rodrigo y
Cubero, 1998; Cubero y Luque, 2001) se configuran como procesos de
participación guiada y suponen que el profesor se constituye en una guía para
el aprendizaje de los alumnos, a la vez que participa conjuntamente con éstos,
ofreciéndoles diversos tipos de ayuda.
Las formulaciones más recientes del concepto de influencia
educativa elaboradas por Coll y sus colaboradores (Coll, Colomina, Onrubia y
Rochera 1992 a; Coll y cols. 1992 b; Coll y cols. 1995; Colomina, Onrubia y
Rochera, 2001) desde el ámbito escolar, plantean cómo el estudio de los
mecanismos de influencia educativa supone enfatizar la descripción y
comprensión sobre la manera en que aprenden los alumnos gracias a lo que hacen
los profesores.
Desde esta perspectiva, el concepto de “influencia
educativa” se define (García Olalla, 2003) como la ayuda prestada por el adulto a la actividad constructiva de la
persona que aprende, y la influencia educativa eficaz como el ajuste constante
y sostenido de esta ayuda a las vicisitudes del proceso de construcción de
significados, de manera que dicha ayuda permita crear zonas de desarrollo
próximo en el curso de la interacción.
Esta perspectiva de análisis constituye una aproximación a
la influencia educativa entendida como un puente desde la construcción personal
de significados que realiza el sujeto a la necesaria reconstrucción de
significados sociales culturalmente vigentes y que afecta no sólo a los
contenidos, sino también a los medios y estrategias para apropiarse de dichos
contenidos. Para estos autores, por tanto, la influencia educativa supone la
asunción del carácter social y socializador de las prácticas educativas en su
conjunto, las cuales deberán orientarse a la apropiación de significados
culturales por el alumno y supone también que esta apropiación no ocurrirá de
manera directa o mecánica, sino que estará mediatizada por la actividad mental
constructiva del alumno.
Los procesos de intercambio se convierten así en procesos de
creación de zonas de desarrollo próximo y de intervención en estas zonas, y la
ayuda del adulto se concebirá como un proceso en que esta ayuda se ajusta en
calidad y cantidad -en formas y grados
- a las necesidades del alumno. Se
trata de una ayuda de carácter dinámico y que parte del nivel en que se
encuentra el alumno y de sus posibilidades, le plantea nuevos retos asequibles
más allá de ese nivel inicial para finalmente potenciar la realización autónoma
por parte del alumno. El proceso de cesión y traspaso progresivo de control se
producirá en la medida que el profesor
ofrezca una ayuda transitoria al alumno partiendo de su nivel de competencias y
progresivamente la retire promoviendo así
su propia gestión sobre la tarea (Onrubia, 1993; Colomina, 1996).
Con respecto al papel
de los compañeros “iguales” en los procesos constructivos, la teoría
socioeducativa ha realizado también importantes aportaciones. Tudge
(1992:1365), en sus estudios sobre la interacción entre iguales y su
contribución al desarrollo cognitivo,
afirma que el término intersubjetividad “se basa en la idea de que los
individuos abordan una tarea, problema o conversación con su particular forma
subjetiva de darle sentido. Si, entonces, discuten sus diferentes puntos de
vista, se puede lograr una comprensión compartida. En el curso de la
comunicación, los participantes pueden alcanzar cierta comprensión
intersubjetiva o acordada” .
Smolka (1997) llama
la atención sobre el hecho de que aunque “intersubjetividad” constituye hoy un término generalizado
y frecuente en su uso, resulta inespecífico e impregnado de significados y usos
diversos. No obstante, pueden encontrarse referencias convergentes en la
naturaleza armonizadora de la intersubjetividad, que encontramos en expresiones
como “comprensión mutua”, “diálogo simétrico”, o “significados compartidos”.
Pero, ¿es la armonía la esencia de la intersubjetividad?, ¿podemos extender la
interacción social o la interregulación a casos de desacuerdos, conflictos,
malentendidos o ausencia de participación activa? (Elbers, 1992; Valsiner,
1993).
Para Smolka, en la
textura de las relaciones humanas no siempre encontramos la “simetría” y
“armonía” deseada, pero sí podemos identificar procesos de constitución de
sujetos simultáneos, o incluso “recíprocos”. Si el sujeto se constituye
semióticamente – a través del otro / a través de la palabra – y si el signo es
fundamentalmente polisémico, la naturaleza del proceso de constitución debe
implicar lo diferente, no sólo lo idéntico. A pesar de esto, se da una
tendencia general a considerar que los movimientos van de lo caótico a lo
claro, de la incomprensión a la comprensión compartida, de lo irregular a lo
regular, como si el hecho de alcanzar el segundo polo fuera realmente lo que
caracteriza el proceso. De esta manera, queda neutralizado su carácter
dialéctico. Las ideas wallonianas sobre la sociabilidad como
participación/oposición en las relaciones yo-otro nos permiten pensar en un
intercambio de procesos de reconocimiento/negación y de resistencia/adhesión,
en relación a la formación recíproca de la identidad del yo y del otro.
García Olalla (2003)
valora que las reflexiones aportadas por estos autores sobre la constitución
del sujeto y de la conciencia individual en los procesos de participación
social, a partir de la revisión sobre el concepto de intersubjetividad y las
sugerentes reflexiones propuestas por Smolka, ofrecen un marco interesante para
la explicación y comprensión de los procesos interactivos. Mas concretamente,
nos servirán para fundamentar las situaciones de desacuerdos, conflictos y
oposición, que con frecuencia encontramos en el curso de la participación en
los contextos educativos. Poder entender estas manifestaciones como parte de la
dialéctica necesaria de la constitución de los sujetos en los procesos de
participación social nos parece relevante para la comprensión y el análisis de
la interacción. Repensar la interacción como un proceso dialéctico de
adhesión/oposición, o de fusión/diferenciación, más allá de una mera progresión
de acuerdos y simetría en la relación, nos lleva replantear la esencia de la
intersubjetividad en términos de reciprocidad, de alternancia y de
complementaridad.
Grupos interactivos y aprendizaje cooperativo en el ámbito
educativo
En el ámbito educativo, las prácticas y experiencias
desarrolladas de forma sistemática para la aplicación y desarrollo del trabajo
en equipo son fundamentalmente de tipo metodológico, y se organizan en torno a
los planteamientos de los grupos interactivos y los grupos de aprendizaje
cooperativo. Estas prácticas se fundamentan, a nivel teórico, en los siguientes
marcos básicos (Ovejero, 1990; Villardón, 2003; Latorre, 2003):
-
La Teoría de
la interdependencia social que, desde la psicología social (Lewin, Deustch),
afirma que la esencia de un grupo es la interdependencia que existe entre sus
miembros (creada por metas comunes), la cual hace que le grupo se convierta en
una unidad dinámica. La estructura de la interdependencia social determina cómo
se relacionan los individuos, lo que a su vez determina los resultados. Así, la
interdependencia positiva (cooperación) facilita los esfuerzos mutuos y la
obtención de resultados.
-
Los
fundamentos psicológicos y pssicosociales de la epistemología constructivista:
desde la que se entiende que el aprendizaje ha de ser descubierto por los
alumnos, reconstruido y ampliado a través de nuevas experiencias de aprendizaje
que impliquen la participación activa del estudiante. Se integran las
aportaciones de Piaget y la escuela de Ginebra en torno a la necesidad de
confrontar puntos de vista divergentes que generen un conflicto cognitivo que
actuará como motor del progreso intelectual; de Vygotsky y la escuela soviética
respecto al papel de la interacción social en la regulación de los procesos
cognitivos y en la interiorización , transformando progresivamente aquello que
puede hacer con la ayuda de otros (regulación interpsicológica) en algo que
puede hacer por sí mismo (regulación intrapsicológica); de Mead y la tradición
norteamericana que sitúan el origen de la conciencia en el transcurso de la
vida interactiva y comunicativa del sujeto, convirtiéndonos en personas a
través de los demás.
-
Los
antecedentes pedagógicos aportados por autores y movimientos como los de Rousseau, Ferrer, Freinet,
Dewey, Freire. Rousseau sostuvo su rechazo a la extendida competición en los
sitemas educativos de su época. Ferrer incluyó en su Escuela Moderna elementos
de aprendizaje cooperativo (no competición, solidaridad, apoyo mutuo, no
desegregación). El movimiento Freinet se considera cooperativo, en cuanto trata
de reducir el autoritarismo del profesor. Freire adoptó un claro compromiso con
la enseñanza como clave para la transformación y superación de las
desigualdades sociales.
-
La Teoría
crítica de la ciencia social (Habermas, Beck, Touraine) que aboga por la
importancia del diálogo, la comunicación y la participación para construir una
sociedad cada vez más dialógica. Esta concepción dialógica plantea la necesidad
de que las personas puedan llegar a un nivel de desarrollo personal y de
educación ciudadana que les permita comunicarse con los otros sobre la base de
la búsqueda de acuerdos y consensos, en un proceso que va desarrollando de
manera paulatina un nivel de conciencia social a través de la racionalidad
crítica; y sienta las bases para aunar en la práctica del aula los enfoques de
la perspectiva psicosocial con los principios de la dialogicidad y la
cooperación. Desde esta perspectiva, se promueve un proyecto de transformación
de las instituciones de educación y formación, y de su entorno, en comunidades
críticas, mediante una educación participativa de la comunidad educativa que se
concrete en todos sus espacios, incluido el aula (Latorre, 2003).
Así, integrando estas aportaciones se han formulado los
conceptos de aprendizaje cooperativo, aprendizaje colaborativo y aprendizaje
dialógico-cooperativo:
-
Aprendizaje cooperativo, como la utilización de pequeños
grupos con fines instructivos de forma que los estudiantes trabajen juntos para
optimizar su propio aprendizaje y el de los demás (Villardón, 2003).
Cooperación es trabajar juntos para conseguir metas comunes. En las actividades
cooperativas los individuos buscan que los resultados que son provechosos para
sí mismos, lo sean también para el resto del grupo.
-
Aprendizaje colaborativo como una filosofía personal, no
simplemente una técnica de clase, que consiste en compartir la autoridad y
aceptar la responsabilidad entre los miembros del grupo para las acciones del
grupo. La premisa que subyace al aprendizaje colaborativo está basada en el
consenso construido a través de la cooperación de los miembros del grupo, y sus
practicantes aplican esta filosofía en la clase y en todos los ámbitos de su
vida (Pannitz, 1996). El aprendizaje cooperativo es más directivo y está más
controlado por el profesor; mientras que el aprendizaje colaborativo es una
aproximación más centrada en el estudiante (Villardón, 2003).
-
Aprendizaje dialógico-cooperativo, como aquel que
desarrolla competencias sociales, comunicativas y educativas basadas en la
comunicación y cooperación grupal, con miras a la trasformación social de los
sujetos y del contexto social, mediante la puesta en ejecución de los
principios, valores y procedimientos de la comunicación dialógica, desde una
perspectiva de cambio orientada a promover procesos de acción y reflexión,
desde la participación democrática respetuosa y comprometida de todos los
actores del sistema educativo (Latorre, 2003).
En síntesis, Rué (2003:444) integra los conceptos
cooperativos y dialógicos cuando expresa como “cooperar en el curso de la
propia actividad de aprendizaje significa tener algo para compartir e implica
interaccionar y dialogar, saber qué decir y las razones por las cuáles se debe escuchar,
significa la capacidad de producir mensajes con un cierto propósito y procurar
que sean comprendidos”
Las técnicas pedagógicas del aprendizaje cooperativo se
vienen aplicando desde hace muchos años básicamente en la enseñanza primaria, y
de forma mucho más reciente en la enseñanza secundaria y universitaria.
Los trabajos desarrollados por Jonhson y Jonhson (Jonhson y
Jonson, 1975; Jonhson y otros, 1984; Jonhson, Jonhson y Smith, 1991; Jonhson y
Jonhson, 1994; Jonson, Jonhson y Jonhson, 1995 ), y por Ovejero (1990) en el
ámbito estatal, han aportado una importante sistematización a las prácticas del
aprendizaje cooperativo y han sido objeto de una amplia y rápida difusión a
nivel internacional entre amplios sectores interesados e implicados en la mismas.
A partir del trabajo de estos autores se han producido y organizado numerosas
contribuciones que han venido a describir las características, condiciones,
requisitos, beneficios, resultados y obstáculos del aprendizaje cooperativo,
llegando a articular en la actualidad un marco conceptual sólido para avalar un
modelo pedagógico anteriormente más desarrollado desde las prácticas de los
actores comprometidos con su filosofía.
Las características que definen el aprendizaje cooperativo
se reconocen por cinco elementos básicos (Villardón, 2003): interdependencia
positiva, responsabilidad individual y grupal, interacción, habilidades
sociales y de trabajo en grupo, y autoevaluación del proceso grupal.
El análisis de estas prácticas describe los beneficios del
aprendizaje cooperativo en virtud de los resultados que produce. Johnson,
Jonhson y Smith (1991) confirman, a partir de los resultados de numerosas
investigaciones, que la cooperación beneficia al rendimiento, las relaciones
interpersonales y el bienestar emocional. Rué (2003) estima que el aprendizaje
en cooperación contribuye a la calidad del aprendizaje en la medida en que:
incrementa las oportunidades de aprendizaje de todos los alumnos; capitaliza
todo el potencial formativo relacionado con la interacción social y las
relaciones de cooperación en los procesos de aprendizaje; en la resolución de
las tareas escolares y en el desarrollo de proyectos, coloca al alumno en
función de sí mismo y de sus iguales, otrorgándole un protagonismo clave;
incrementa la posibilidad de regulación de los aprendizajes; y porque todo ello
incide sobre un plano mucho más profundo, enseñando al alumno a aprender a
aprender.
Rué (2003) defiende la necesidad de generalizar las
prácticas docentes del aprendizaje cooperativo al ámbito de la formación de
profesionales desde la nueva complejidad del mundo de la producción. Así, este enfoque actual de la organización
del trabajo privilegia los equipos (el informe de la Cámara de Comercio de
Barcelona de 2003, sitúa la aptitud para trabajar en equipo como la primera
competencia priorizada por las empresas). La cuestión será por tanto, para este
autor, cómo afrontar esa complejidad desde la forma actual de entender el
concepto de aprender?. Su respuesta al respecto es clara: “aprender es el
producto resultante de la confluencia de una complejidad de factores, de
situaciones apropiadas y sujetos interactuando y comunicándose eficazmente
(...) en la medida en que un aprendizaje es más elaborado, más complejo
requiere mayor interacción con los demás, mayor uso del lenguaje, mayor número
de ensayos y contrastes, mayor cantidad de puntos de vista y consideraciones,
así como mayor volumen de regulación. (....). Sin embargo aprender a aprender
es una competencia que hay que elaborar, algo que transformar en una sólida
práctica profesional, además de decirlo. Pero además hay que hacerlo en el
curso de la propia acción profesional (...) En consecuencia, ello nos lleva a a
la necesidad de asumir que el desarrollo de un aprendizaje más elaborado, más
complejo requiere un mayor nivel de interacción con los demás. Sin embargo
(...) supone todavía algo más (...) desarrollar una conciencia de
responsabilidad, un sentido de que aquello me
involucra y me corresponde” (Rué, 2003: 440-441).
En nuestro ámbito estatal las más recientes prácticas de
trabajo cooperativo en el ámbito universitario han encontrado un importante
foro de encuentro e intercambio de experiencias en torno al Grupo de Interés de
Aprendizaje Cooperativo de la Universidad Politécnica de Cataluña, el cual ha
promovido la generación de encuentros a través de sus jornadas anuales, cuya
publicación constituye en la actualidad una importante referencia para realizar
un balance de sus resultados en este contexto educativo (Domingo y Giraldo, 2002;
Domingo y otros, 2003). Domingo (2003) sintetiza el balance de estos beneficios
constatados en los siguientes resultados: promueve la implicación activa del
estudiante en el proceso de aprendizaje, capitaliza la capacidad que tienen los
grupos para incrementar los niveles de aprendizaje mediante la interacción
entre los compañeros, reduce los niveles de abandono en los estudios, permite
conseguir los objetivos de la enseñanza liberal y de la educación general,
promueve el aprendizaje independiente y autodirigido, promueve el desarrollo de
la capacidad de razonar de forma crítica, facilita el desarrollo de la
habilidad para escribir con claridad, facilita el desarrollo de la capacidad de
comunicación oral, permite acomodar los diferentes estilos de aprendizaje de
los estudiantes de hoy en día, facilita un mayor rendimiento, permite la
preparación de los estudiantes como ciudadanos, permite desarrollar la
capacidad para el liderazgo, y prepara a los estudiantes para el mundo del
trabajo actual.
EL
ESTUDIO EMPÍRICO
En la investigación que llevamos
a cabo se ha realizado la selección de una herramienta, cuya aplicación está
poco extendida, pero que trata de analizar el "corazón" del grupo,
como puede considerarse que es la cohesión y la grupalidad. Hablamos de
grupalidad como realidad que va más allá de la cohesión, concepto empleado
habitualmente para hablar de que un grupo tiene un mayor nivel de desarrollo
que otro y que llega a ser equipo.
Planteamiento de la investigación
Nuestro estudio se ha desarrollado con una muestra de
estudiantes universitarios (N=16) de segundo ciclo de la titulación de
Psicología de la Universidad de Deusto.
Los grupos se constituyeron en función de la realización de
trabajos aplicados en una de las asignaturas. Se crearon 4 grupos, cuyos
componentes fueron designados por el profesor al azar. Con esta decisión se
pretendía que el criterio de selección descartase grupos en que las
interacciones previas tuvieran peso por formarse en torno al flujo de simpatías
/ antipatías (atracciones / rechazos
que perfilan una mayor o menor cohesión). Tras la natural objeción por parte de
los alumnos de que trabajarían mejor con quienes ellos eligiesen, aceptaron la
propuesta del profesor basada en el razonamiento de que en el trabajo les iba a
corresponder gente no elegida por ellos y que como psicólogos podría ser un
buen entrenamiento desarrollar su capacidad de comunicación con otros, no
siempre preferidos por ellos.
El objetivo común a lograr (informe y presentación pública
de un proyecto) y las tareas a realizar para ello, sería el principal elemento
aglutinador de los integrantes de los grupos.
La muestra estaba compuesta por diez mujeres y seis hombres.
En la distribución en grupo, correspondieron en dos de ellos dos hombres y dos
mujeres y en los otros dos grupos tres
mujeres y un hombre en cada uno.
Se pidió a los miembros de los
grupos que rellenasen la Escala Nivel de Desarrollo del Equipo (ENDE), como una
parte más de la práctica, con cuyas conclusiones se trabajaría al final, en una
sesión dedicada al trabajo en equipo. En una de las últimas clases se realizó
el retest y se les explicó posteriormente los
resultados a los estudiantes para que reflexionasen sobre su forma de
trabajar en equipo y para suscitar su interés en la formación y trabajo de los
grupos.
Instrumento de medida
Para medir el desarrollo del
grupo se utilizó la mencionada Escala que mide el Nivel de Desarrollo del
Equipo (ENDE), y que es una Escala pluridimensional (Roca, 1996; Roca y
Poblete, 1997; Poblete, 2000; Poblete, 2003). La ENDE tiene sus antecedentes en
las investigaciones de Fuentes (1986). Esta autora se basó en el modelo
estratográfico del grupo de Petrovski y empleó para cada una de las seis
dimensiones tres niveles de intensidad escritos en cartulinas, que los miembros
del grupo seleccionaban y comentaban en entrevistas dirigidas.
El haber traducido en Escala la
aplicación de Fuentes se ha debido a que, aunque con las Escalas y
Cuestionarios pueden perderse matices, sin embargo, se facilita la aplicación
extensiva de la experimentación, como en el presente caso en que queremos
investigar la intensidad de la grupalidad en numerosos grupos de trabajo
estudiantiles.
La Escala utilizada en este
trabajo mide, mediante 24 ítems, seis dimensiones:
ü
Organización de la actividad del
grupo
ü
Valoración social de la actividad
del grupo
ü
Orientación a objetivos grupales
ü
Relaciones interpersonales
ü
Identificación con el grupo
ü
Influencia del grupo
En la ENDE se miden las seis
dimensiones indicadas, descritas mediante cuatro ítems cada una. Dos de estos
ítems son inversos o expresados de forma negativa y los otros dos tienen
formulaciones positivas. Tanto la fiabilidad como la validez de la escala están
ampliamente contrastadas (Roca, 1996; Poblete, 2000, 2001).
Resultados
Los datos obtenidos con la ENDE
arrojan información interesante acerca del comportamiento de los grupos a lo
largo de un proceso de construcción en torno a un proyecto o tarea.
Información
evolutiva
Las respuestas dadas por los componentes de
cada grupo en un momento inicial o pretest son las siguientes:
GRUPO |
ORGANIZACIÓN |
VALOR SOCIAL
DE LA ACTIVIDAD |
METAS
COMUNES |
RELACIONES
INTERPERSONALES |
IDENTIFICACIÓN
CON EL GRUPO |
INFLUENCIA
DEL GRUPO |
1 |
4,625 |
4,3125 |
5 |
5 |
5,1875 |
3,8175 |
2 |
3,625 |
3,25 |
3,9375 |
3,3125 |
3,25 |
2,6875 |
3 |
4,125 |
2,75 |
4,125 |
4,875 |
4,5625 |
3,0625 |
4 |
4,25 |
3,5 |
4,4375 |
5,125 |
5,0635 |
3,5812 |
TOTAL |
4,15625 |
3,453125 |
4,375 |
4,5781 |
4,515875 |
3,287175 |
Tabla 1.
Puntuaciones medias de la ENDE en el pretest.
Las dimensiones que destacan son
¨
Relaciones interpersonales
¨
Identificación con el grupo
¨
Orientación a objetivos grupales
Sin embargo, tanto la Influencia del Grupo sobre los Individuos
como el Contenido Social de la Actividad son
dimensiones que obtienen puntuaciones más bajas. La dimensión Relaciones
Interpersonales tiene una mayor dispersión (s= 1,35314) y la desviación típica
más baja la registran Organización (s=1,02825) y Orientación a
Objetivos Grupales (s=1,07626). Son grupos claramente orientados a la tarea, ya
que su objetivo principal es realizar un trabajo de prácticas en un tiempo
determinado.
Al
final de su proceso de trabajo o retest las respuestas fueron las siguientes:
GRUPO |
ORGANIZACIÓN |
VALOR SOCIAL
DE LA ACTIVIDAD |
METAS
COMUNES |
RELACIONES
INTERPERSONALES |
IDENTIFICACIÓN
CON EL GRUPO |
INFLUENCIA
DEL GRUPO |
1 |
5,375 |
5,5625 |
4,875 |
5,0625 |
4,5 |
5 |
2 |
3,3125 |
2,875 |
2,75 |
2,8125 |
4 |
2,625 |
3 |
5,0625 |
5,3125 |
5,3125 |
5,8125 |
4,625 |
4,6875 |
4 |
4,25 |
4,1875 |
4,0625 |
4,4375 |
4,3125 |
3,835 |
TOTAL |
4,5 |
4,48 |
4,25 |
4,53 |
4,359375 |
4,03 |
Tabla
2. Puntuaciones medias de la ENDE en el retest
Las dimensiones que destacan tras
un semestre de trabajo conjunto fueron:
¨
Relaciones interpersonales
¨
Organización
¨
Valor social de la Actividad del
Grupo
La Influencia del Grupo sobre los individuos
ha pasado a ser la última en importancia, aunque significativamente superior a
la puntuación asignada al principio del semestre.
Si
analizamos conjuntamente los resultados de ambas situaciones, inicial y final,
se registra un claro incremento del
¨
Valor social de la Actividad del
Grupo
¨
Influencia del Grupo
¨
Organización
Mientras
que se mantienen sensiblemente iguales
¨
Relaciones Interpersonales
¨
Identificación
¨
Objetivos Comunes.
Información
diferencial
Cada
grupo tiene un estilo, una manera propia de evolucionar. Nos centraremos en ela
evolución de uno de ellos.
Existe
un grupo con un trabajo académico merecedor de la calificación de excelente. Es
el del grupo tres. Su evolución puede observarse y analizarse a partir de su
representación gráfica:
Gráfico 1. Puntuaciones obtenidas por el grupo 3.
Un
grupo que parte de una consideración baja del Valor Social de la Actividad del
Grupo acaba con un gran concepto de la misma. Algo parecido pasa con la
Influencia que el Grupo ejerce sobre sus miembros. Ambas dimensiones mejoran
significativamente. Es un grupo que podemos calificar de alta grupalidad, es un
equipo, según las pautas teóricas que orientaban esta investigación.
Tras
una entrevista de contraste con el mencionado grupo y con otros en que se ha
registrado retroceso, todos los componentes de los grupos relacionaban el
resultado de su trabajo con el funcionamiento del grupo, con su organización,
con sus relaciones y también con sus egoísmos, con su mayor o menor disponibilidad
hacia los otros. Al final demostraban orgullo o indiferencia de haberles tocado
trabajar con los compañeros con que lo han hecho.
Información
en función del género
La manera de valorar al grupo por
parte de cada miembro es diferente, sin que se registre un nivel de
significatividad notable en otras variables controladas que no sea la del
género. Los integrantes masculinos evalúan tanto el punto de partida como el
punto final del equipo de manera muy distinta a los integrantes femeninos.
|
sexo |
ORGANIZACION |
VALOR SOCIAL DE
ACTIVIDAD |
OBJETIVOS
COMUNES |
RELACIONES
INTERPERSONALES |
IDENTIFICACION |
INFLUENCIA DEL
GRUPO |
Pre test |
MUJER |
4,4500 |
3,7250 |
4,5750 |
4,5000 |
4,5250 |
3,5250 |
VARÓN |
3,6667 |
3,0000 |
4,0417 |
4,7083 |
4,5000 |
2,8750 |
|
Post test |
MUJER |
4,6250 |
4,3125 |
5,0000 |
5,0000 |
5,1875 |
3,8125 |
VARÓN |
3,6250 |
3,2500 |
3,9375 |
3,3125 |
3,2500 |
2,6875 |
Tabla 3. Puntuaciones
medias de la ENDE por género en pretest y en el retest
Los hombres, sobre todo, al final
del proceso, hacen valoraciones más bajas que las mujeres y esto a un nivel de
significatividad muy alto (.0001)
Gráfico 2. Puntuaciones medias según género.
Conclusiones
1º.-
Existe una forma de medir el desarrollo del grupo, de la grupalidad, que puede
orientar en su ser equipo, la ENDG.
La utilización de la ENDG para conocer el nivel de desarrollo y la evolución
del grupo es válida en aplicaciones de tipo educativo, que tengan alto
contenido de tarea.
2º.- Faltan evidencias para
concluir que existe una diferencia significativa entre los resultados obtenidos
por grupos con alto nivel de grupalidad (equipos) y los resultados obtenidos
por grupos, cuyo nivel de grupalidad es bajo. Tan sólo podemos apuntar que la
excelencia de resultados coincide en grupos que han tenido una clara evolución
en su nivel de grupalidad. Sin embargo, en grupos en los que ha existido un
pobre nivel de grupalidad y de su desarrollo
los resultados han sido pobres.
3º.- Las dimensiones que han
funcionado con una mayor o menor influencia en la grupalidad, y por tanto en
los resultados de los grupos, no son fijas. Es decir, no pueden marcarse
prioridades a la hora de trabajar con los grupos en su desarrollo, salvo las
dimensiones que aparezcan con una mayor necesidad de mejora.
4º.- El tipo de tarea que aborda
el grupo influye en el funcionamiento y en la dinámica del grupo. La
importancia Social de la Actividad tiene importancia en los grupos de la
muestra, en grupos de innovación o cambio (Roca, 1996; Poblete, 1999, 2000)
adquiere un especial relieve esta dimensión.
5º.- El “aprendizaje” de los grupos se ha
focalizado en “valores” sociales y grupales. Las Relaciones Interpersonales han
sido una dimensión fuerte y constante. La Organización y la Orientación a los
Objetivos comunes fueron el motor del desarrollo grupal. La lectura que hacemos
de esta muestra es parcial, a expensas de ser confirmada o contrariada por
estudios más amplios actualmente en curso.
6º.- Debido a la diferente
evaluación que de las dimensiones hacen los sujetos, cabe deducir que los
grupos mixtos, en cuanto a género, aportan una mayor diversidad y probablemente
mayor realismo, que los grupos compuestos sólo por mujeres o sólo por hombres.
7º.- Situar la dinámica del
grupo, siempre que se carguen las tintas sobre los aspectos emocionales
intergrupales, por delante de la actividad y de la tarea del mismo grupo es
gratuito, salvo que hablemos de grupos específicos, como son los terapéuticos.
Es posible (Petrovski, 1986) que tan importante sea la actividad mediatizadora
de lo que sucede en el grupo, como la dinámica misma del grupo. De aquí que se
puedan apuntar, y nosotros apostamos por ello,
modelos alternativos a los tradicionales de la dinámica de los grupos.
8º.- Conviene utilizar la
reflexión sobre lo realizado por los alumnos en sus prácticas grupales para que
ellos mismos, al tiempo que desarrollan aprendizajes de contenido, adquieran la
competencia de trabajo en equipo y puedan transferir sus aprendizajes a otros
ámbitos: sociales, laborales, etc.
9º.- Refiriéndonos al grupo 3, analizado en
el estudio, podríamos afirmar que el proceso seguido por el grupo ha sido de
aprendizaje y enriquecimiento como grupo. No todo es atribuible al trabajo
realizado en común en esta asignatura. Hay muchos otros momentos y actividades
académicas y extraacadémicas que ha hecho crecer a los componentes del grupo.
Sin embargo, esta asignatura les ha servido para encontrarse, para tener una meta compartida, para dar una
dimensión social a su esfuerzo, para mejorar sus relaciones interpersonales.
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