La memoria de los pájaros
Artículos
   
por Helena Matute y Miguel A. Vadillo
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publicado en Psicoteca , 2003
Divulgación
   
     
Recientes experimentos de laboratorio están mostrando que los pájaros pueden recordar, no sólo dónde escondieron la comida, sino también qué tipo de comida escondieron, e incluso cuándo. El método utilizado para estudiarlo es realmente ingenioso.
       
         
     

Los pájaros, exceptuando los que están en jaulas, como los peces, exceptuando los que están en peceras, viven en un mundo inmenso. ¿Cómo podrían sobrevivir sin recordar dónde han estado ya antes, dónde encontrar comida, o qué tipo de peligros les conviene evitar? ¿Se limitan a ir de un sitio a otro al azar, guiados quizás por sus instintos, y a picotear todo aquello que tenga aspecto comestible? ¿Cómo podríamos averiguarlo? Quizá podríamos observar a una serie de pájaros en su medio natural, colocarles una anillas para saber cuáles vuelven a un mismo lugar y con qué frecuencia lo hacen. Pero, ¿sería esto un indicador de que vuelven porque recuerdan el sitio o precisamente un indicador de que vuelven porque ya no recuerdan haber estado allí antes?

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Arrendajo escondiendo comida durante el experimento.

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Hay pájaros que almacenan comida durante las épocas de abundancia para luego recolectarla cuando el alimento escasea durante el invierno. Algunos llegan a esconder más de 30.000 semillas en grupitos de 4 o 5 para recuperarlas más tarde. Parece claro que tienen algún tipo de memoria que les permite recordar los lugares exactos a los que deberán volver más tarde a buscar sus provisiones. ¿O quizá no? Quizá estos pájaros únicamente vuelan a una zona con unas características apropiadas, con un determinado tipo de terreno y matorrales, y allí se valen del olor que desprenden los alimentos para localizar los escondites donde los enterraron. Algo así no sería memoria, sería mero olfato. Aunque nuestra investigación nos invite a suponer que este tipo de aves mantiene un fiel recuerdo de los escondites, probarlo científicamente requiere descartar todas estas y otras explicaciones alternativas, y no resulta fácil hacerlo en el medio natural. Otra explicación alternativa bien podría ser que los pájaros hacen pequeñas marcas en el terreno cuando esconden los alimentos, de manera que después, al ir a buscarlos, no necesiten recordar dónde los habían escondido; únicamente necesitarían buscar esas pequeñas marcas.

También podemos suponer que cuando buscan el alimento lo hacen de una manera más o menos al azar, en terrenos que saben que son aptos para ello o en los que previamente han solido encontrar comida, quizá escondida por ellos mismos, quizá por otros pájaros de la misma especie, sin necesidad de recordar absolutamente nada sobre su almacenamiento. En todos estos casos, asumir que el pájaro tiene memoria y recuerda dónde escondió exactamente cada grano de comida sería muy presuntuoso. ¿Tenemos alguna forma de saber si de verdad recuerdan qué escondieron y dónde?

La única manera de averiguarlo con certeza es realizando un experimento de laboratorio en el que controlemos bien todas las variables y explicaciones alternativas posibles. Hace falta una gran dosis de ingenio para poder hacerlo. Pero la buena noticia es que se están publicando auténticas joyas en este terreno en los últimos años.

Uno de los experimentos más bonitos fue publicado en 1999 por los psicólogos Clayton y Dickinson, de la Universidad de Cambridge. Demostraron que los arrendajos recuerdan perfectamente, no sólo dónde escondieron la comida, sino también qué tipo de comida enterraron en cada escondite, e incluso, cuándo la enterraron (véase también el artículo de Clayton, Bussey y Dickinson, 2003).

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Los psicólogos Nicola Clayton y Anthony Dickinson, autores del experimento.

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Para demostrar esto, Clayton y Dickinson proporcionaron a una serie de pájaros la oportunidad de esconder dos tipos de comida, cacahuetes o gusanos, en unas cubiteras que los investigadores habían preparado al efecto, llenándolas con arena. Como muestra la figura proporcionada por los autores, cada arrendajo tenía a su disposición varias cubiteras, y alrededor de ellas había determinados objetos para permitir a los pájaros tomar referencias espaciales que les pudieran servir posteriormente de guía durante el proceso de recuperación del alimento.

Una vez que cada pájaro había enterrado todos los alimentos disponibles en su sesión experimental, la primera prueba consistía en averiguar, (a) si recordaba los escondites, y (b) si recordaba qué había escondido en cada sitio. Pudiendo recuperar ambos tipos de alimento, lo normal sería que se inclinaran por los gusanos, su comida favorita. Efectivamente, al devolver a los pájaros al recinto experimental unas horas después de haber almacenado los alimentos, los pájaros fueron directamente a los lugares en los que habían escondido ¡los gusanos! Por tanto, el experimento demuestra que sabían perfectamente qué habían escondido y dónde. Por supuesto, los alimentos habían sido retirados y la arena renovada antes de realizar la prueba, con objeto de evitar claves olfativas o pequeñas marcas que pudieran guiar la búsqueda.

Pero ahora viene la parte más interesante: averiguar si recuerdan no sólo qué han escondido y dónde, sino también cuándo. Para investigar esta cuestión podemos valernos de sus preferencias gastronómicas y de las leyes de la naturaleza: sabemos que prefieren los gusanos a los cacahuetes, y también que los gusanos se descomponen mucho antes que los cacahuetes. Por tanto, si les permitimos recuperar la comida poco tiempo después de haberla escondido, lo normal es que recuperen antes los gusanos, que les gustan más. Sin embargo, si pasa mucho tiempo desde que esconden la comida hasta que les permitimos recuperarla, y si tienen memoria temporal... deberán recuperar los cacahuetes en vez de los gusanos.

De este truco se valieron Clayton y Dickinson para verificar si los pájaros recordaban cuándo habían almacenado la comida. Los resultados del experimento, efectivamente, mostraron que si habían pasado unas pocas horas desde el almacenamiento de comida hasta que les permitían recuperarla, los arrendajos buscaban los gusanos, dejando los cacahuetes para otra ocasión. Por el contrario, si habían pasado ya varios días no se molestaban en recuperar los gusanos: de alguna manera calculaban que debían estar ya podridos e invertían su tiempo (y sus ganas de comer) en buscar los cacahuetes.

Curiosamente, esta recuperación selectiva de los cacahuetes cuando han pasado muchas horas desde el almacenamiento se da sólo los pájaros que previamente han tenido la oportunidad de aprender que la carne de gusano se estropea con el paso del tiempo. Es decir, los pájaros recuerdan perfectamente qué alimentos han guardado y cuándo lo han hecho, pero requieren de la experiencia para aprender que determinados alimentos se echan a perder con el tiempo. Los pájaros que, criados en cautividad, no han tenido la oportunidad de aprender esto, no seleccionan adecuadamente sus alimentos. Esta dependencia del aprendizaje no limita, como podría parecer, la actuación de los pájaros, sino que más bien la hace más flexible y capaz de adaptarse a la recogida de una enorme variedad de alimentos diferentes.


Referencias bibliográficas

Clayton, N.S. y Dickinson, A. (1999). Scrub jays (Aphelocoma coerulescens) remember the relative time of caching as well as the location and content of their caches. Journal of Comparative Psychology, 113, 403-416.

Clayton, N.S., Bussey, T.J. y Dickinson, A. (2003). Can animals recall for the past and plan for the future? Natute Reviews Neuroscience, 4, 685-691.

 

 

     
       
       
Fotografías     Las fotografías son de Ian Canell. Reproducidas con permiso.
       
       
     
Para citar este artículo
  Matute, H. y Vadillo, M.A. (2003). La memoria de los pájaros. Psicoteca
       
     
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