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Miércoles 9 de octubre de 1996

CIRCUITO CIENTÍFICO

La vida: ¿chiste o imperativo cósmico?

JESÚS MOSTERÍN


¿Es la vida una excepción extremadamente rara en un universo abiótico o son los seres vivos ocurrencias frecuentes en un universo rebosante de vida? ¿Es la vida un chiste cósmico o un imperativo cósmico? No lo sabemos. Y, suponiendo que haya vida en otros sitios, ¿hasta qué punto se parece a la nuestra? Tampoco lo sabemos. Demasiada ignorancia para nuestro confort intelectual. De ahí el inusual interés con que este verano hemos acogido el anuncio de que en un meteorito procedente de Marte y caído en la Antártida se han descubierto indicios (dudosos) de vida: hidrocarburos policíclicos y glóbulos carbonatados que podrían ser (o no ser) productos de seres vivos y microtúbulos cristalizados que podrían ser (o no ser) microfósiles.

No sabemos cuál es el carácter epistémico de nuestra ciencia biológica, hasta qué punto es la mera historia o biografía de un individuo particular (la biosfera terrestre) o contiene elementos teóricos de alcance universal. Muchos rasgos intrincados compartidos por todos los organismos terrestres no son el resultado de las leyes de la física ni de constreñimientos químicos o estructurales subyacentes. Todas las criaturas vivas de nuestro planeta descienden de un antepasado común, del que han heredado multitud de características que ahora comparten. No sabemos cuáles de estas características resultan de regularidades universales y cuáles son meros accidentes contingentes producidos por azar y heredados.

La vida que conocemos, la vida en el planeta Tierra, es una forma de vida química (basada por tanto en la fuerza electromagnética). ¿Hay vida basada en otras fuerzas? Su componente estructural básico es el carbono, su disolvente el agua. ¿Habrá vida en otros sitios basada en el silicio o disuelta en amoniaco? Estamos hechos de macromoléculas como las proteínas, los ácidos nucleicos y los polisacáridos. ¿Ocurre así en otras partes? Las proteínas terrestres están fabricadas con sólo 20 tipos de aminoácidos (entre los muchos posibles), todos ellos levógiros. Parece poco probable que esa arbitraria elección se repita en otro sitio. Incluso con los 20 aminoácidos terrestres se podrían formar una infinidad de proteínas distintas a las que conocemos. Lo mismo puede decirse de los ácidos nucleicos y del código genético.

Durante la mayor parte de la evolución de la vida en el planeta Tierra sólo ha habido células procariotas (bacterias). Parece que producir una célula eucariota (10.000 veces más grande y mucho más compleja) ha costado más trabajo (al menos más tiempo) que producir la vida misma. Encuentros aleatorios entre bacterias, fagocitosis y simbiosis entre bacterias finalmente condujeron a estas improbables células eucariotas, de las que estamos hechos los animales y las plantas. Esas simbiosis podrían no haberse dado, o podrían haber sido muy diferentes y haber conducido a animales fotosintéticos o a organismos inmortales o a cosas que no nos imaginamos siquiera. Incluso si suponemos (contra toda plausabilidad) que exactamente la misma bioquímica de carbono, agua, proteínas y ácido nucleico se da en otro planeta y que allí surgieron las mismas bacterias que en la Tierra, todavía sería prácticamente imposible que la historia biológica de nuestro planeta (dependiente de una infinidad de sucesos aleatorios) volviera a repetirse allí y nos encontrásemos con el mismo tipo de organismos.

Lo descubierto en el meteorito marciano caído en la Antártida es poco y ambiguo, pero nos ha abierto el apetito. Y ha dado un ímpetu bienvenido a los programas de exploración de Marte y de búsqueda de planetas extrasolares y de vida extraterrestre, tan necesitados de apoyo público.

Jesús Mosterín es catedrático de Filosofía, Ciencia y Sociedad en el CSIC.

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