Miércoles 23 septiembre 1998 - Nº 873
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ALICIA RIVERA,
Madrid
Pregunta. ¿Es el fenómeno El Niño responsable de todo lo que se le achaca en la meteorología de todo el mundo?
Respuesta. No, en absoluto. Si vives en Perú o en Indonesia, entonces sí es muy importante, pero, a medida que te alejas del Pacífico tropical, el efecto es cada vez más débil. En Norteamérica El Niño es un factor más que influye en el tiempo, y aquí, en Europa, es despreciable. Es excesivo el protagonismo que se le está dando.
Pero el último El Niño ha sido un récord de intensidad.
Sí. El Niño de 1997-1998 ha sido el más fuerte observado. Las temperaturas en el Pacífico oriental fueron unos cinco grados más altas de lo normal. También fue muy intenso el de 1992-1993.
¿Cree que la fuerza de los últimos El Niño está relacionada con el calentamiento general del planeta?
Puede ser. En los años ochenta y noventa se ha registrado una tendencia hacia la intensificación de El Niño. Puesto que sabemos que se está produciendo un calentamiento global, hay hipótesis que relacionan ambas cosas. Todo está relacionado en el sistema climático.
¿Desde cuándo tienen registros del fenómeno?
Con datos fiables de temperatura del agua, sólo desde hace 50 años, y se han producido desde entonces 12 El Niño. Otros registros no tan buenos se remontan a un siglo. Ha existido El Niño en el pasado y existirá en el futuro, todo indica que se ha dado desde que existe el mismo Pacífico, es la naturaleza de ese océano.
¿Cómo actúa El Niño?
En la situación normal, los vientos alisios empujan el agua caliente del Pacífico tropical hacia el Oeste, y hay aguas frías en la costa suramericana y calientes en Indonesia. Durante El Niño, el agua caliente se desplaza hacia el Este y calienta el Pacífico hasta Suramérica; entonces llegan las lluvias torrenciales a Perú. Además, repercute en la alta atmósfera y afecta a Norteamérica.
¿En Perú los efectos son realmente catastróficos?
Sí, las precipitaciones son unas cincuenta veces superiores al nivel normal. En lugar de unos pocos centímetros cúbicos al año, llueve metros cúbicos, y entonces hay crecidas de los ríos e inundaciones. En Indonsia, sin embargo, donde el tiempo es normalmente muy húmedo, hay sequía con El Niño.
¿Y en Norteamérica?
Normalmente, en invierno tenemos en EE UU tormentas y lluvias desde el Estado de Washington hasta Nueva York, pero durante El Niño se produce un desplazamiento hacia el Sur del frente normal de lluvias, y en toda la franja del Norte tenemos un invierno muy benigno, mientras que en California, Tejas y Florida hace frío y llueve mucho más de lo normal.
¿No hay un fenómeno similar en el Atlántico?
No, el Atlántico no es suficientemente grande para que haya esos contrastes de temperatura necesarios para que se produzca El Niño, que es exclusivo del Pacífico.
Se ha hablado del fenómeno en lugares del planeta muy alejados del Pacífico.
Si miramos las estadísticas meteorológicas, puede parecer que hay efectos de El Niño en lugares como el sureste de África, provocando sequía. Pero no sabemos cómo explicarlo y además se han dado muy pocos El Niño desde que tenemos buenos datos, así que esos episodios de sequía en África pueden ser coincidencias o no.
¿Y en Europa?
No he visto ninguna evidencia de una relación clara entre El Niño y la meteorología en Europa.
¿Son capaces los científicos de predecir El Niño?
Sabemos bien cómo evoluciona el fenómeno una vez que ha comenzado. A partir de los primeros indicadores, los cambios en las temperaturas del agua en el Pacífico, podemos predecir lo que pasará en los siguientes seis o nueve meses, pero no somos capaces de anunciar un episodio antes de los primeros signos.
¿Qué necesitan para hacer predicciones: mejores teorías o mejores instrumentos oceanográficos?
Para la predicción a largo plazo necesitamos sobre todo buenas ideas. Pero ya la predicción meteorológica a seis o nueve meses vista es muy importante, por el impacto social y económico. A raíz de El Niño de 1982-1983 se montó la red de boyas de la NOAA, que ahora cubre todo el Pacífico tropical. Son 70 boyas ancladas al fondo (a 4.000 metros), y nos dan datos excelentes para seguir su evolución.
A.R
, Madrid
"Elegí matemáticas porque se me daban bien y porque no tenía que ir a clase, de modo que pude seguir con las giras del circo, desde Arizona hasta Alaska, y luego de vuelta al Sur, durante la primavera y el verano", cuenta. "Eramos tres acróbatas y hacíamos números con trampolines, saltos.... no en el trapecio". En invierno podía dedicar más tiempo a sus estudios y cuando llegaban los exámenes dejaba la carpa por unos días y volaba a San Francisco. Los profesores, recuerda, le indicaban los libros que tenía que estudiar y le daban los problemas. En cuatro años acabó la carrera.
¿Por qué ese salto tan poco corriente desde el circo a la ciencia? "La vida en el circo es muy dura, viajando constantemente, sufriendo lesiones... Yo veía a la gente del circo que se hacía mayor. A partir de los 30 años empieza el declive porque pierdes capacidad física. Es muy triste. Y yo no quería declinar a los 30 años, quería seguir adelante y me gustaba al ciencia".
El esfuerzo de compaginar trampolín y problemas de matemáticas culminó con una pirueta espectacular, cuando obtuvo su título universitario y, en lugar de encaminarse al temido declive como acróbata de circo, inició su brillante carrera científica.
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