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2000 - Nº 1616

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Teólogos de 15 países firman un manifiesto contra la declaración papal sobre las iglesias

JUAN G. BEDOYA, Madrid
Entre cristianos no todo es tan claro como lo ven Juan Pablo II y su principal teólogo, el cardenal Joseph Ratzinger. La última declaración vaticana, la Dominus Iesus (Señor Jesús), sobre la unicidad de la Iglesia católica como religión verdadera, fue ayer refutada sin contemplaciones por 73 de los mejores teólogos del momento. Su estilo les parece "más próximo al Syllabus de Pío IX que a los documentos del Concilio Vaticano II" y tiene "expresiones ciertamente ofensivas para las personas creyentes de otras religiones". Entre los firmantes están Hans Küng, Jon Sobrino y Leonardo Boff.


Joseph Ratzinger y Leonardo Boff
"Fuera de la Iglesia no hay salvación", dijo el obispo san Cipriano de Cartago, en el siglo III. La única Iglesia verdadera es la católica, sostiene ahora el pontificado romano. Pero el Concilio Vaticano II matizó esos principios en 1965 con la proclamación de la libertad religiosa como uno de los derechos humanos fundamentales, tesis que dio paso al diálogo interreligioso y a importantes avances hacia la convergencia de las numerosas iglesias que hunden su origen en un judío crucificado por los romanos hace 2000 años. Esta ruptura del proceso ecuménico es uno de los asuntos que más preocupa a los 73 teólogos firmantes del manifiesto Ante la declaración Dominus Iesus.

Su tesis es que Juan Pablo II y el cardenal Joseph Ratzinger retroceden a tiempos anteriores al Vaticano II ["El estilo de la Declaración está más próximo al Syllabus de Pío IX que a los documentos del Vaticano II o a los textos de Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II"], y que "el texto de la Congregación vaticana" [la Congregación para la Doctrina de la Fe, ex Santo Oficio de la Inquisición, que preside Ratzinger] "muestra una clara insensibilidad ante algunos de los logros alcanzados a lo largo de varias décadas de actividad ecuménica, tanto en el terreno doctrinal -recuérdese la Declaración Conjunta Luterano-Católica sobre la Doctrina de la Justificación de la Fe- como en la pastoral".

Entre los 73 firmantes de esta severa refutación pública al pontificado hay teólogos y teólogas de 15 países, entre otros, el alemán Hans Küng, que participó en el Concilio Vaticano II como asesor, invitado por Juan XXIII; el brasileño Leonardo Boff y el salvadoreño Jon Sobrino, figuras representativas de la teología de la liberación, uno de los grandes movimientos del pensamiento cristiano en los últimos treinta años; la norteamericana Ross Mary Radford-Ruether, catedrática de Teología en la Universidad de Berkeley (California); la colombiana Ana María Bidegain, y gran parte de los teólogos españoles, entre otros, José María Castillo, José María Díaz-Alegría, Casiano Floristán, Juan-José Tamayo, Jesús Equiza, Benjamín Forcano, Enrique Miret, José María González Ruiz, José Ignacio González-Faus y José Gómez-Caffarena.

Repercusiones negativas

El manifiesto es un análisis concienzudo de la Declaración Dominus Iesus. Sobre la unicidad y la universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia, redactada por el cardenal Ratzinger, ratificada por Juan Pablo II el día 16 de junio de este año y dada a conocer el pasado 5 de septiembre. Recibida con numerosas críticas, especialmente entre las otras religiones cristianas, el propio Papa se ha visto obligado a hacer algunas precisiones al documento, la última, el pasado domingo en la plaza vaticana de San Pedro, durante la oración del ángelus que siguió a la canonización de 123 nuevos santos. Después de negar que la Iglesia católica menosprecie en la Dominus Iesus a las otras religiones, Juan Pablo II manifestó que la salvación también es posible en ellas y que el documento de Ratzinger "ha sido interpretado de manera equivocada". Juan Pablo II matizó también el documento con esta otra afirmación: "La única Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia católica".

Subsistir no es lo mismo que ser. Antes del Vaticano II la formulación era: "La Iglesia de Cristo es la Iglesia católica", de forma que los teólogos se detienen en esta vuelta de tuerca del Vaticano para centrar ahí "buena parte del malestar producido por la Declaración en ambientes cristianos". "La sustitución llevada a cabo por el Vaticano II era más que un mero cambio de vocabulario", dicen. "Con la nueva formulación, el Concilio pretendía evitar la identificación exclusiva y excluyente de la 'Iglesia de Cristo' con la 'Iglesia católica'. El que la Iglesia de Cristo subsista en la Iglesia católica no excluye que subsista también en otras comunidades cristianas. Si se obvió la identificación total entre Iglesia de Cristo e Iglesia católica romana fue para reconocer la eclesialidad de las otras comunidades cristianas". "El reduccionismo que se observa en la Dominus Iesus nos parece preocupante", concluyen.

El grueso de los firmantes del manifiesto son españoles (43, en concreto), entre ellos, las teólogas Margarita Pintos y María Martinell, además de Casimir Martí, Alfredo Tamayo-Ayesterán, Juan Antonio Estrada, Andrés Torres-Queiruga, Secundino Movilla, Jesús Peláez, Rufino Velasco, Luis Diumenge, Carlos Domínguez, Joan Botam, Gilberto Canal y Joan Llopis. Algunos teólogos, profesores en centros católicos, han expresado su apoyo verbal al documento, pero mostraron su deseo de que no apareciera el nombre por miedo a represalias de la jerarquía.

La arrogancia rectificada
El Pontificado no hiló fino en la declaración sobre el Señor Jesús. No es una encíclica papal, sino un documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex Santo Oficio de la Inquisición), que preside el cardenal Ratzinger, pero, antes de publicarse, Juan Pablo II despachó con el cardenal y ratificó el texto ["con ciencia cierta y con su autoridad apostólica", se dice al final de la declaración], para que no cupiera la menor duda de que lo compartía. Ya son dos las veces que el Pontífice ha tenido que hacer aclaraciones, por no hablar de rectificaciones, sobre la Dominus Iesus.

Juan Pablo II tuvo que recular ante las críticas, casi lamentaciones, surgidas desde las otras religiones cristianas que también se sienten parte de la única iglesia que Cristo fundó, y ha tenido que escuchar también precisiones de fondo desde la propia jerarquía, entre otras la del famoso cardenal Carlo María Martini, que, en contra de lo proclamado por Ratzinger, sostiene que "la salvación es posible al margen de cualquier iglesia, si cada uno sigue la gracia de Dios y la conciencia moral".

Pero la de ayer es, probablemente, la refutación que más dolerá al cardenal Ratzinger en su obligado papel de carabinero de la fe. Se trata de profesores de Teología de las principales universidades del mundo y de los autores cristianos más leídos. La presencia de Hans Küng, alemán y teólogo en el Concilio Vaticano II como Ratzinger, le habrá resultado especialmente amarga. Por incontestable. El cardenal sigue teniendo la sartén por el mango, pero ya no puede propinarle los sartenazos de hace algunos años.

Dos teorías sobre la salvación

J. G. B., Madrid
El cardenal Ratzinger no deja lugar a dudas. Ésa es la conclusión que produce la lectura del documento Dominus Iesus. En ocho ocasiones, el cardenal, después de grandes disquisiciones teológicas y un aporte apabullante de citas, termina sus argumentos afirmando que lo dicho anteriormente "debe ser firmemente creído como verdad de fe católica" (las cursivas son del original).

La discusión entre el cardenal encargado de velar por la doctrina católica y los 73 teólogos que le refutaron ayer alcanza cotas de altura doctrinal en torno a la verdad (y si alguna Iglesia la posee absolutamente), y la salvación, asunto este último sobre el que el Papa ya rebajó expectativas hace un año al revisar la en otro tiempo apocalíptica versión eclesial sobre el cielo, el infierno o el purgatorio.

"Ante todo, debe ser firmemente creído que la Iglesia peregrinante es necesaria para la salvación", escribe Ratzinger. El cardenal concede que la idea de la "unicidad salvífica" no se contrapone "a la voluntad salvadora universal de Dios", pero los teólogos le replican que "esa manera exclusivista de tratar la categoría de salvación ha irritado, creemos con razón, a no pocas personas creyentes de las grandes tradiciones religiosas de la humanidad".

Sobre la verdad

"Algunas expresiones de la Declaración Dominus Iesus nos parecen, cuando menos, discutibles desde el punto de vista doctrinal y ciertamente ofensivas para las personas creyentes de otras religiones", escriben también los teólogos. Se refieren, de manera directa, a la afirmación de Ratzinger sobre que "a las oraciones y ritos no cristianos no se les puede atribuir un origen divino ni una eficacia salvadora ex opere operato, que es propia de los sacramentos cristianos". O cuando dice, textualmente, que "los no cristianos objetivamente se hallan en una situación gravemente deficitaria si se compara con la de aquellos que, en la Iglesia, tienen la plenitud de los medios salvadores".

Otro asunto es la verdad religiosa. Ratzinger no tiene dudas, y quiere que los demás tampoco. Según él, la única Iglesia verdadera es la católica, que tiene 2000 años de existencia. Proclama, por tanto, que "debe ser firmemente creída como verdad de fe católica la unicidad de la Iglesia". "Así como hay un solo Cristo, uno solo es su cuerpo y una sola es su Esposa: una sola Iglesia católica y apostólica". "La salvación se encuentra en la verdad", concluye.

Al respecto, los teólogos, "críticamente", le preguntan: "¿Sólo es posible la salvación cuando la verdad es conocida y poseída? ¿No asegura la salvación la búsqueda de la verdad"? "Creemos que hubiera sido más acertado que la Declaración llamara a seguir los dictámenes de la propia conciencia y a la coherencia entre la vida y las creencias, aunque no sean cristianas, en relación con la salvación", concluyen.

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