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Domingo
9 de marzo
1997

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EL ROSTRO DE ATAPUERCA
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Un rostro
de 300.000 años

Texto: Juan Luis Arsuaga y Alicia Rivera

 


Así era la humanidad hace 300.000 años. Tras un apasionante trabajo entre lo científico y lo detectivesco, un grupo de investigadores desvela su rostro por primera vez. El origen, la sima de los Huesos, en Atapuerca (Burgos), es uno de los yacimientos de fósiles humanos mejores del mundo.

Treinta y dos hombres y mujeres merodeaban hace 300.000 años (los hombres prehistóricos pintaron la cueva de Altamira hace unos 14.000) por los alrededores de lo que hoy es Burgos. Los componentes de esta tribu eran adolescentes y adultos jóvenes no muy altos, pero sí robustos y con un cerebro algo más pequeño que el de los humanos actuales. Entre sus habilidades estaba tallar instrumentos de piedra. Su alimentación consistía en vegetales, caza y carroña. Ésa era su vida. Por alguna razón desconocida, sus cadáveres acabaron en el fondo de un foso de una cueva en la sierra de Atapuerca. Algunos investigadores aventuran que fueron arrojados por sus congéneres y los esque letos se fosilizaron. Tras varios años de análisis científicos, hoy ya es posible conocer el aspecto que tenían. Es su presentación en sociedad cientos de miles de años después de su muerte. Sus rostros han sido minuciosamente reconstruidos a partir de los mínimos detalles de sus cráneos; los músculos faciales han sido fielmente reproducidos con resinas y recubiertos de piel posteriormente. Incluso sus cuencas han sido rellenadas con reproducciones de ojos que, incrustados en unos rasgos faciales que recuerdan a los neandertales posteriores, recrean una intrigante mirada desde el pasado.

¿Quiénes eran aquellos individuos? ¿Cómo vivían? ¿Qué climas disfrutaron o padecieron? ¿Con qué animales compartían el territorio? ¿Hablaban?

Los hombres de la sima de los Huesos son anteriores a los nean dertales. Éstos vivieron en Europa hace entre 120.000 y 30.000 años y su evolución no alcanza al hombre moderno, que procede de otra oleada migratoria de origen africano que desplazó en todo el mundo a los pobladores previos.

Los rasgos de los individuos de Atapuerca, con esqueletos robustos, mandíbula fuerte, marcados rebordes óseos bajo las cejas, nariz grande y ausencia de mentón o barbilla, presagiaban algunos de los rasgos característicos de los neandertales. Eran de fuerte constitución, a juzgar por el grosor de sus huesos, y de estatura media, en cualquier caso no inferior a la de la población española del siglo pasado. Es imposible confirmar el color de su piel, un dato del que no habla el registro fósil, pero su tez no debió de ser oscura, dada la latitud del continente europeo en que se encontraban y la cantidad de luz solar que recibe.

El escenario en el que desarrollaban sus actividades era la sierra de Atapuerca. Hace 300.000 años, en esta pequeña montaña alomada de piedra caliza confluían varios ecosistemas que ofrecían a los animales (incluidos los homínidos) una variedad de recursos a lo largo de todo el ciclo anual. El clima imponía una vegetación mediterránea en los momentos más cálidos y una más atlántica, con hayas y abedules, en los más fríos. Mamuts, bisontes y toros, ciervos y caballos, lobos, zorros, hienas, leones, linces y osos acompañaron a los homínidos de Atapuerca desde hace casi un millón de años hasta hace 200.000 o más. Hoy los estudios de paleontología humana intentan averiguar cómo aquellos individuos combinaban el consumo en las distintas estaciones del año de vegetales con animales cazados por ellos y carroña.



El paleontólogo Juan Luis Arsuaga sostiene el cráneo más completo de la sima de los Huesos, que ha permitido realizar la fiel reconstrucción de la cara original.

Fotografía: Javier Trueba



El efecto del agua excavó cuevas y sacó a la luz galerías en la loma de Atapuerca, que pronto se convirtieron en refugios utilizados por los animales, incluso por aquellos que caminaban sobre dos patas y fabricaban instrumentos de piedra. Con el tiempo, las cuevas se fueron llenando de sedimentos y cubriendo huesos y piedras talladas que ahora son extraídas de los yacimientos por los investigadores.

Sin embargo, en la sima de los Huesos (un foso de 14 metros de profundidad enclavado en un lugar recóndito de una cueva al que hoy se llega tras recorrer más de medio kilómetro de galerías) no ha aparecido ni un solo instrumento de piedra ni restos de animales que les sirvieran de alimento; los fósiles humanos encontrados y analizados se mezclan con restos de carnívoros, sobre todo de osos. ¿Cómo acabaron allí esos 32 cadáveres rescatados de este angosto espacio de apenas cuatro metros cúbicos de tierra tamizada? Alguien tuvo que acumular tantos cuerpos en la sima, y sólo cabe pensar que otros humanos los arrojaron, mientras los osos, algún león y zorros pudieron caer a la oquedad de modo accidental. En aquel tiempo había seguramente en la cueva una entrada más próxima a la sima que ahora.

¿Por qué aquellas poblaciones acumularon allí sus muertos? No hay respuesta por el momento.

Otro de los grandes misterios por aclarar es por qué no se han encontrado esqueletos de niños ni de viejos y por qué predominan los adolescentes (a partir de unos 12 años) y los adultos jóvenes. Una explicación es que tal vez aquellos individuos tuvieran un ciclo vital más corto que el del hombre actual y se reprodujeran y murieran antes, aunque esto no aclara la ausencia de niños. Si la distribución por edades de aquella población era similar a la actual, ¿por qué faltan los más jovenes y los de edad más avanzada? Por supuesto no hay ninguna certeza de que los 32 individuos fueran contemporáneos y acabaran en el hoyo a la vez. La acumulación de cadáveres pudo ser una práctica que se extendiera durante unas cuantas generaciones. No hay pruebas concluyentes.

Tampoco hay útiles de piedra en ese foso, aunque estos individuos sabían hacerlos. La clave se encuentra en otro yacimiento de Atapuerca, a 500 metros de la sima. En la denominada Galería se ha excavado y estudiado un registro rico en objetos de piedra que abarca desde hace 400.000 años hasta 200.000, es decir, que se solapa con la época de los 32 individuos. Un fragmento de mandíbula y otro de cráneo humanos hallados en la Galería concuerdan con los fósiles de la sima.

Otro de los tesoros de Atapuerca salió a la luz en 1994. A pocos metros de la Galería aparecieron 90 fósiles humanos pertenecientes a cuatro individuos con diferentes edades de muerte y más de 780.000 años de antigüedad (según han establecido, igual que en la sima, los más avanzados métodos de datación).

Los homínidos de la Gran Dolina son los pobladores conocidos más antiguos de Europa y su descubrimiento ha desbaratado las teorías imperantes sobre la ocupación del continente europeo. Hasta ahora, los fósiles más antiguos encontrados en el Viejo Continente no sobrepasaban el medio millón de años: una edad muy reciente en comparación con los primeros vestigios de población de Asia, cifrados en más de un millón y medio de años. Con los fósiles de la Gran Dolina, la aparición de vida en ambos continentes es más pareja en el tiempo.

De los individuos de la Gran Dolina se tiene menos conocimiento que de los de la sima de los Huesos, mucho mejor representados en el registro fósil, pero existe la certeza de que aquella cueva era un lugar donde realizaban actividades vitales, como demuestra la presencia de herramientas talladas en piedra y restos de animales consumidos, incluidos los huesos de congéneres con marcas inconfundibles de descarnamiento.

De ninguna de estas poblaciones de Atapuerca, tan distantes en el tiempo, han aparecido restos de fuego ni de alguna forma de cobijo permanente, ya sea en cabañas o en cuevas. Preparaban sus alimentos en la entrada de las cuevas y los consumían allí mismo; a veces traían sus instrumentos de piedra preparados y otras los tallaban en la propia cueva, pero no hay ningún indicio de que esos huecos en la roca se constituyeran en residencias fijas.

Las excavaciones continúan con la exploración de nuevos yacimientos. Mientras, en los laboratorios se analiza exhaustivamente cada milímetro de los fósiles para entender cómo eran los individuos, las enfermedades, los movimientos. Se sabe ya, por ejemplo, que uno de los niños de la sima tenía un fuerte golpe en un ojo a consecuencia del cual era tuerto; en los huesos de la cara del cráneo número 5, el más completo, se aprecian las secuelas de una patología de origen infeccioso... Las técnicas avanzadas de tomografía, utilizada en los hospitales para observar el interior del cráneo, se están aplicando en Atapuerca de manera que se pueda dilucidar si aquellos individuos tenían o no una morfología apta para el lenguaje. La búsqueda de material genético en los fósiles apenas ha comenzado.

El primer fósil humano de Atapuerca se encontró en 1976 en la sima de los Huesos por T. Torres y los espeleólogos del grupo burgalés Edelweiss. En 1978, E. Aguirre organizó un equipo científico para el estudio de los yacimientos de Atapuerca, que desde 1991 codirigen sus colaboradores y discípulos Juan Luis Arsuaga, José María Bermúdez de Castro y Eudald Carbonell. Los homínidos de hace más de 780.000 años se encontraron en el yacimiento de la Gran Dolina en 1994. Los descubrimientos se han dado a conocer en los más prestigiosos medios científicos del mundo, como las publicaciones Nature y Science. La revista Journal Human Evolution prepara un monográfico dedicado a Atapuerca.

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