Un rostro
de 300.000 años
Texto: Juan Luis Arsuaga y
Alicia Rivera
Así era la humanidad hace 300.000 años. Tras
un apasionante trabajo entre lo científico y lo detectivesco, un
grupo de investigadores desvela su rostro por primera vez. El
origen, la sima de los Huesos, en Atapuerca (Burgos), es uno de
los yacimientos de fósiles humanos mejores del mundo.
Treinta y dos hombres y mujeres merodeaban hace
300.000 años (los hombres prehistóricos pintaron la cueva de
Altamira hace unos 14.000) por los alrededores de lo que hoy es
Burgos. Los componentes de esta tribu eran adolescentes y adultos
jóvenes no muy altos, pero sí robustos y con un cerebro algo
más pequeño que el de los humanos actuales. Entre sus
habilidades estaba tallar instrumentos de piedra. Su
alimentación consistía en vegetales, caza y carroña. Ésa era
su vida. Por alguna razón desconocida, sus cadáveres acabaron
en el fondo de un foso de una cueva en la sierra de Atapuerca.
Algunos investigadores aventuran que fueron arrojados por sus
congéneres y los esque letos se fosilizaron. Tras varios años
de análisis científicos, hoy ya es posible conocer el aspecto
que tenían. Es su presentación en sociedad cientos de miles de
años después de su muerte. Sus rostros han sido minuciosamente
reconstruidos a partir de los mínimos detalles de sus cráneos;
los músculos faciales han sido fielmente reproducidos con
resinas y recubiertos de piel posteriormente. Incluso sus cuencas
han sido rellenadas con reproducciones de ojos que, incrustados
en unos rasgos faciales que recuerdan a los neandertales
posteriores, recrean una intrigante mirada desde el pasado.
¿Quiénes eran aquellos individuos? ¿Cómo
vivían? ¿Qué climas disfrutaron o padecieron? ¿Con qué
animales compartían el territorio? ¿Hablaban?
Los hombres de la sima de los Huesos son
anteriores a los nean dertales. Éstos vivieron en Europa hace
entre 120.000 y 30.000 años y su evolución no alcanza al hombre
moderno, que procede de otra oleada migratoria de origen africano
que desplazó en todo el mundo a los pobladores previos.
Los rasgos de los individuos de Atapuerca, con
esqueletos robustos, mandíbula fuerte, marcados rebordes óseos
bajo las cejas, nariz grande y ausencia de mentón o barbilla,
presagiaban algunos de los rasgos característicos de los
neandertales. Eran de fuerte constitución, a juzgar por el
grosor de sus huesos, y de estatura media, en cualquier caso no
inferior a la de la población española del siglo pasado. Es
imposible confirmar el color de su piel, un dato del que no habla
el registro fósil, pero su tez no debió de ser oscura, dada la
latitud del continente europeo en que se encontraban y la
cantidad de luz solar que recibe.
El escenario en el que desarrollaban sus
actividades era la sierra de Atapuerca. Hace 300.000 años, en
esta pequeña montaña alomada de piedra caliza confluían varios
ecosistemas que ofrecían a los animales (incluidos los
homínidos) una variedad de recursos a lo largo de todo el ciclo
anual. El clima imponía una vegetación mediterránea en los
momentos más cálidos y una más atlántica, con hayas y
abedules, en los más fríos. Mamuts, bisontes y toros, ciervos y
caballos, lobos, zorros, hienas, leones, linces y osos
acompañaron a los homínidos de Atapuerca desde hace casi un
millón de años hasta hace 200.000 o más. Hoy los estudios de
paleontología humana intentan averiguar cómo aquellos
individuos combinaban el consumo en las distintas estaciones del
año de vegetales con animales cazados por ellos y carroña.
El paleontólogo Juan Luis Arsuaga sostiene
el cráneo más completo de la sima de los Huesos, que ha
permitido realizar la fiel reconstrucción de la cara original.
Fotografía: Javier Trueba
El efecto del agua excavó cuevas y sacó a la
luz galerías en la loma de Atapuerca, que pronto se convirtieron
en refugios utilizados por los animales, incluso por aquellos que
caminaban sobre dos patas y fabricaban instrumentos de piedra.
Con el tiempo, las cuevas se fueron llenando de sedimentos y
cubriendo huesos y piedras talladas que ahora son extraídas de
los yacimientos por los investigadores.
Sin embargo, en la sima de los Huesos (un foso
de 14 metros de profundidad enclavado en un lugar recóndito de
una cueva al que hoy se llega tras recorrer más de medio
kilómetro de galerías) no ha aparecido ni un solo instrumento
de piedra ni restos de animales que les sirvieran de alimento;
los fósiles humanos encontrados y analizados se mezclan con
restos de carnívoros, sobre todo de osos. ¿Cómo acabaron allí
esos 32 cadáveres rescatados de este angosto espacio de apenas
cuatro metros cúbicos de tierra tamizada? Alguien tuvo que
acumular tantos cuerpos en la sima, y sólo cabe pensar que otros
humanos los arrojaron, mientras los osos, algún león y zorros
pudieron caer a la oquedad de modo accidental. En aquel tiempo
había seguramente en la cueva una entrada más próxima a la
sima que ahora.
¿Por qué aquellas poblaciones acumularon
allí sus muertos? No hay respuesta por el momento.
Otro de los grandes misterios por aclarar es
por qué no se han encontrado esqueletos de niños ni de viejos y
por qué predominan los adolescentes (a partir de unos 12 años)
y los adultos jóvenes. Una explicación es que tal vez aquellos
individuos tuvieran un ciclo vital más corto que el del hombre
actual y se reprodujeran y murieran antes, aunque esto no aclara
la ausencia de niños. Si la distribución por edades de aquella
población era similar a la actual, ¿por qué faltan los más
jovenes y los de edad más avanzada? Por supuesto no hay ninguna
certeza de que los 32 individuos fueran contemporáneos y
acabaran en el hoyo a la vez. La acumulación de cadáveres pudo
ser una práctica que se extendiera durante unas cuantas
generaciones. No hay pruebas concluyentes.
Tampoco hay útiles de piedra en ese foso,
aunque estos individuos sabían hacerlos. La clave se encuentra
en otro yacimiento de Atapuerca, a 500 metros de la sima. En la
denominada Galería se ha excavado y estudiado un registro rico
en objetos de piedra que abarca desde hace 400.000 años hasta
200.000, es decir, que se solapa con la época de los 32
individuos. Un fragmento de mandíbula y otro de cráneo humanos
hallados en la Galería concuerdan con los fósiles de la sima.
Otro de los tesoros de Atapuerca salió a la
luz en 1994. A pocos metros de la Galería aparecieron 90
fósiles humanos pertenecientes a cuatro individuos con
diferentes edades de muerte y más de 780.000 años de
antigüedad (según han establecido, igual que en la sima, los
más avanzados métodos de datación).
Los homínidos de la Gran Dolina son los
pobladores conocidos más antiguos de Europa y su descubrimiento
ha desbaratado las teorías imperantes sobre la ocupación del
continente europeo. Hasta ahora, los fósiles más antiguos
encontrados en el Viejo Continente no sobrepasaban el medio
millón de años: una edad muy reciente en comparación con los
primeros vestigios de población de Asia, cifrados en más de un
millón y medio de años. Con los fósiles de la Gran Dolina, la
aparición de vida en ambos continentes es más pareja en el
tiempo.
De los individuos de la Gran Dolina se tiene
menos conocimiento que de los de la sima de los Huesos, mucho
mejor representados en el registro fósil, pero existe la certeza
de que aquella cueva era un lugar donde realizaban actividades
vitales, como demuestra la presencia de herramientas talladas en
piedra y restos de animales consumidos, incluidos los huesos de
congéneres con marcas inconfundibles de descarnamiento.
De ninguna de estas poblaciones de Atapuerca,
tan distantes en el tiempo, han aparecido restos de fuego ni de
alguna forma de cobijo permanente, ya sea en cabañas o en
cuevas. Preparaban sus alimentos en la entrada de las cuevas y
los consumían allí mismo; a veces traían sus instrumentos de
piedra preparados y otras los tallaban en la propia cueva, pero
no hay ningún indicio de que esos huecos en la roca se
constituyeran en residencias fijas.
Las excavaciones continúan con la exploración
de nuevos yacimientos. Mientras, en los laboratorios se analiza
exhaustivamente cada milímetro de los fósiles para entender
cómo eran los individuos, las enfermedades, los movimientos. Se
sabe ya, por ejemplo, que uno de los niños de la sima tenía un
fuerte golpe en un ojo a consecuencia del cual era tuerto; en los
huesos de la cara del cráneo número 5, el más completo, se
aprecian las secuelas de una patología de origen infeccioso...
Las técnicas avanzadas de tomografía, utilizada en los
hospitales para observar el interior del cráneo, se están
aplicando en Atapuerca de manera que se pueda dilucidar si
aquellos individuos tenían o no una morfología apta para el
lenguaje. La búsqueda de material genético en los fósiles
apenas ha comenzado.
El primer fósil humano de Atapuerca se
encontró en 1976 en la sima de los Huesos por T. Torres y los
espeleólogos del grupo burgalés Edelweiss. En 1978, E. Aguirre
organizó un equipo científico para el estudio de los
yacimientos de Atapuerca, que desde 1991 codirigen sus
colaboradores y discípulos Juan Luis Arsuaga, José María
Bermúdez de Castro y Eudald Carbonell. Los homínidos de hace
más de 780.000 años se encontraron en el yacimiento de la Gran
Dolina en 1994. Los descubrimientos se han dado a conocer en los
más prestigiosos medios científicos del mundo, como las
publicaciones Nature y Science. La revista Journal
Human Evolution prepara un monográfico dedicado a Atapuerca.
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