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EL MUNDO
 
Domingo, 17 de septiembre de 2000 EL MUNDO periodico


Numerosas personalidades acudieron ayer a Hernani a la inauguración del museo del escultor - Moneo destacó la fusión entre el entorno y la obra - Ibarrola lo calificó como deslumbrante
La cultura, con Eduardo Chillida


RAFAEL SIERRA

HERNANI (GUIPUZCOA).- La inauguración de Chillida Leku se convirtió ayer en uno de los acontecimientos artísticos más importantes de la temporada. Relevantes personalidades de la cultura, la política, la economía y el deporte bendijeron el nuevo museo que, junto al Guggenheim Bilbao, convierte al País Vasco en lugar imprescindible para acercarse, entender y dialogar con el arte contemporáneo.

«Esto es una bendición. Creo que este lugar es una de las cosas más bellas que el País Vasco le puede dar al mundo», explicaba el restaurador José Mari Arzak, quien se ocupó durante todo el día del ágape para los invitados.

Chillida Leku, una extensión de terreno donde emergen, como si fueran árboles, esculturas de formas ancestrales y un recio caserío en cuyo interior reposan las obras más frágiles de Chillida, es un lugar para perderse, para saborear, como los platos de Arzak, sin prisa, para descubrir todos sus secretos.

«Lo que me parece más impresionante es cómo se ha fundido la obra con el entorno. Chillida ha tenido en sus manos el hierro, un material tan primitivo y tan bello a la vez, y lo ha transformado en obras de gran belleza», aseguró el arquitecto navarro Rafael Moneo. Su colega británico Norman Foster, que llegó acompañado por Elena Ochoa, su mujer, tampoco quiso ahorrar elogios: «Es, sencillamente, espectacular. No puedo decir nada más».

El escultor Agustín Ibarrola, que ha sufrido la amarga experiencia de que los radicales vascos destruyeran parcialmente su trabajo en el bosque de Oma, calificó de deslumbrante el espacio que había creado su compañero y amigo Eduardo Chillida, quien debido a su avanzada edad y su delicado estado de salud no pudo saludar a los invitados de la tarde -sí estuvo por la mañana con los Reyes, Aznar y el canciller alemán-, actuando como anfitriones los hijos, yernos y nueras del artista.

Los galeristas Elvira González, Juana de Aizpuru y Antonio Machón resaltaron la forma tan armoniosa en la que se habían integrado arte y naturaleza. María Corral, José Guirao, ex directores del Museo Reina Sofía, y Juan Manuel Bonet, su actual responsable, interpretaban Chillida Leku de forma muy distinta.

Mientras Corral lo veía muy cercano a la estética nórdica, Bonet lo asociaba a la japonesa y Guirao se refirió al centro como «un sueño del que uno no querría despertarse nunca». El ex secretario de Estado de Cultura, Miguel Angel Cortés, calificó Chillida Leku como «un gran trabajo en el que se puede apreciar la verdadera dimensión del artista».

El diseñador Alberto Corazón; la vicepresidenta de la Comisión Europea, Loyola de Palacio; la directora de Patrimonio de la Generalitat valenciana, Consuelo Ciscar; el gerente del Guggenheim Bilbao, Juan Ignacio Vidarte; el ex futbolista de la Real Sociedad Luis Arconada; el ex lehendakari Carlos Garaicoechea; el rector de la Universidad del País Vasco, Manu Montero, el arquitecto Joaquín Montero; el director del Museo del Prado, Fernando Checa y la presidenta del Senado, Esperanza Aguirre, fueron otras de las muchas personalidades que desfilaron ayer por Chillida Leku.

Tampoco faltaron a la cita Kosme de Barañano, director del Ivam y uno de los mejores embajadores de la obra de Chillida, y Amparitxu Gastón, viuda del poeta Gabriel Celaya, quien ayer recordaba emocionada sus paseos por Zabalaga, en compañía de Pilar Belzunce, la mujer de Chillida, para localizar manzanas ácidas en algunos de los hermosos árboles frutales que ahora comparten la tierra con las obras de un hombre de 77 años que ha marcado toda una época.


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